Giordano Bruno - Cábala del caballo Pegaso
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- Libro:Cábala del caballo Pegaso
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1585
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Cábala del caballo Pegaso: resumen, descripción y anotación
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El cristianismo es el gran corruptor de la prístina teología, conocida por los antiquísimos egipcios y transmitida por la tradición platónica. La divinidad es el universo infinito y animado, transido de conexiones del todo y las partes que permiten el paso de lo inferior a lo superior. Mediante una vida activa y autónoma, el sabio-mago puede conseguir la ascesis y regeneración a un nivel superior. Para Giordano Bruno la corrupción de la teología genuina está representada por la formulación paulina del cristianismo, agudizada por el celo reformista y la piedad católica de la Contrarreforma. El pecado fundamental, fustigado ya desde la «Expulsión de la bestia triunfante», es esa santa asinidad, esa ignorancia cristiana que predica una actitud religiosa pasiva de entrega vil, consistente en esperar la salvación en virtud de una fe sin obras en un redentor. Tal negación de la vida activa del sabio arruina justamente la parte divina del ser humano. La Cábala del caballo Pegaso ataca esa perversión mediante el recurso retórico de ensalzar y loar lo que se critica. El sarcasmo e ironía de Bruno reducen así al cristianismo a la condición de un esperpento ridículo. No es pues de extrañar que las autoridades católicas saliesen de la pasividad religiosa para procesar al autor y, sometiéndolo a procesos químicos en hoguera pública, hacerlo ascender en forma de humo y cenizas hacia los astros divinos.
Giordano Bruno
ePub r1.0
Titivillus 13.04.17
Título original: La cabala del Cavallo Pegaseo
Giordano Bruno, 1585
Traducción: Miguel A. Granada
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Verbum enim crucis pereuntibus quidem stultitia est.
(La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden)
I Corintios 1, 18
[1] Vid. Giovanni Aquilecchia: «Lo stampatore londinese di Giordano Bruno e altre note per l’edizione della Cena», Studi di filologia italiana XVIII (1960), pp. 101-162.
[2] Vid. G. Bruno: Expulsión de La bestia triunfante, trad. a cargo de Miguel A. Granada, Alianza Editorial, Madrid 1989. Todas nuestras citas y referencias a esta obra se hacen por esta edición.
[3] G. Bruno: Los Heroicos Furores, trad. de M. Rosario González Prada. Nuestras citas se harán también por esta edición. En esta obra Bruno se refiere a la Cábala como ya existente: «Adviértese aquí cómo la ignorancia es madre de toda la felicidad y beatitud sensible; y ésta es, a su vez, el jardín del paraíso de los animales, como se muestra en los diálogos de la Cabala del cavallo Pegaseo» (diálogo I, 2; p. 47).
[4] V. Salvestrini: Bibliografia di Giordano Bruno (1582-1950), 2.ª ed. a cargo de L. Firpo, Florencia 1958, p. 100; A. Ingegno: «Vita civile, razionalità dell’uomo, perfezione del filosofo: Cardano e Bruno», en Ragione e «Civilitas». Figure del vivere associato nella cultura del 500 europeo, a cura di D. Bigalli, Milán 1986, p. 192. Para una reciente —y óptima— actualización del trabajo de Salvestrini véase R. Sturlese: Bibliografia, censimento e storia delle antiche stampe di Giordano Bruno, Florencia 1987. El exhaustivo trabajo de Sturlese muestra que la Cabala es la obra italiana menos representada en las bibliotecas: once ejemplares han sobrevivido de la primera edición y ninguna copia manuscrita, frente a los 29 ejemplares del Spaccio (y 12 copias manuscritas) y los 49 ejemplares de los Eroici furori.
[5]Infra p. 106.
[6]Infra p. 107.
[7] «Y por eso aquí tenéis cábala, teología y filosofía, quiero decir: una cábala de filosofía teológica, una filosofía de teología cabalística, una teología de cábala filosófica», epístola dedicatoria p. 72.
[8] Vid. infra p. 131 y cfr. pp. 117 y 141 s.
[9] En la primera versión de La Cena de las cenizas Bruno hacía la siguiente referencia a El arca de Noé (el pasaje será sustituido por otro en los últimos ejemplares impresos de la obra): «¿No te acuerdas, Nolano, de lo que está escrito en tu libro titulado El arca de Noé? Allí mientras se debían disponer esos animales por orden y se debía poner fin a la discordia surgida en torno a los primeros puestos, ¿en cuánto peligro estuvo el asno de perder la preeminencia, que consistía en estar sentado en la popa de] arca, por ser un animal más bien de coces que de embestida?» (La cena de las cenizas, trad. de M. A. Granada, Alianza Edit., Madrid 1987, p. 100 nota). Al asno, por tanto, parece reconocérsele —¿en serio o sarcásticamente?— una preeminencia especial, ¿una preeminencia especial acaso de la ignorancia dentro de la única tabla de salvación que es la Iglesia prefigurada tipológicamente en el arca de Noé? Esta hipótesis resulta altamente plausible, como ha sugerido recientemente M. Ciliberto (La ruota del tempo. Interpretazione di Giordano Bruno, Roma, 1986, p. 52), a partir de la segura mediación de la edición erasmiana de S. Jerónimo, estudiada por Bruno en el convento contraviniendo la prohibición existente. Vid. infra p. 75 una referencia en la Cábala a esta composición temprana.
[10]De Umbris idearum, en G. Bruno: Opera latine conscripta, ed. F. Florentino et al., Florencia-Nápoles 1889 ss., vol. II, 1 p. 10. Otras menciones del asno en pp. 13 y 14.
[11] «Mendaces vultus», «sub humano cortice ferinos animos», de forma que «nihil est quod faciem demonstret suam» y se puede hablar por tanto de hipocresía de la naturaleza misma («in ipsa natura ypocrisim»), Opera II, 1, pp. 186-187. Bruno expresa con ello su conciencia de la subversión completa de valores que marca a la sociedad contemporánea (subversión que más tarde, en la Expulsión, designará mediante la imagen erasmiana de los Silenos invertidos; cfr. nuestra introducción a la Expulsión, § 2) y su esperanza o exigencia de una restauración del orden natural profanado, esto es, de la justa correspondencia entre aspecto exterior y anímico, restauración que se cumple mediante el conjuro cósmico de Circe, al cual no hay que conceder muy probablemente la carga mágica que le atribuía Yates (cfr. Giordano Bruno y la tradición hermética, Barcelona 1982, pp. 233 ss.) sino interpretarlo como una formulación imprecisa y todavía insegura de lo que será enseguida el eje del pensamiento bruniano: la regeneración moral-religiosa con que se restaura el orden natural subvertido es consecuencia necesaria de la recuperación del verdadero conocimiento del universo, es decir, del copernicanismo tal como lo desarrolla el propio Bruno. Véase también nuestra introducción a la Expulsión, § 4 y nuestro trabajo «Epicuro y Giordano Bruno: Descubrimiento de la Naturaleza y liberación moral. (Una confrontación a través de Lucrecio)», en Historia, Lenguaje, Sociedad. Homenaje a Emilio Lledó, Barcelona, 1989.
[12]Opera II, 1 p. 198.
[13]Cena p. 107. Bruno desconoce la identidad —Andreas Osiander— del autor, revelada por primera vez por Kepler en la Astronomia nova de 1609.
[14]Cena p. 67.
[15] Citamos el prefacio de Osiander por la cita que Bruno hace de él (Cena III, pp. 107 s.). Bruno no cita otro pasaje de la carta en el que el escepticismo fideísta de Osiander se explicita con toda claridad: «Quizás el filósofo busque más [que el astrónomo] la verosimilitud: pero ninguno de los dos comprenderá o transmitirá nada cieno, a no ser que le haya sido revelado por la divinidad». Sobre la «interpretación de Wittenberg» y Osiander vid. R. S. Westman: «The Melanchton Circle, Rheticus, and the Wittenberg Interpretation of the Copernican Theory»,
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