Con una larga e intensa vida a sus espaldas, América Jova no es solo «la madre de Alaska», es también una mujer luchadora de mente abierta que en ningún momento ha renunciado a su libertad. Cuando salió de la Cuba prerrevolucionaria, dejó atrás una familia acomodada para emprender un azaroso periplo, un viaje sin billete de vuelta que la llevó hasta un México alegre donde nacería su única hija. Se casó en dos ocasiones, entregándose en cada relación como si fuese la definitiva. Esa valentía fue también la que la empujó hasta una España gris que acabó coloreando la Movida madrileña que ella misma amadrinó. Su hija Olvido y su querido yerno, Mario Vaquerizo, son dos de los principales personajes de estas Memorias de América, en las que la autora desvela la parte más íntima de la infancia y la adolescencia de quien fue reina de la Movida y es hoy una artista consagrada, Alaska.
América Jova
Memorias de América
De Cuba a Alaska
ePub r1.0
Titivillus 28.04.2020
América Jova, 2017
Editor digital: Titivillus
Redacción y versión final del texto: Francisco Aguado Montero
Fotografías del interior facilitadas por la autora y Montse Velando
ePub base r2.1
Dedico este libro con todo mi cariño
a quienes me han ayudado a hacerlo posible.
A mi hija Olvido, a Mario; a Olga Adeva,
Paco Aguado y Julián Goza Lozano.
DE MAYOR QUIERO SER COMO TÚ
Este relato es una autobiografía, con sus dramas y comedias, como la de cualquiera de nosotros… O no, porque las peripecias de cada uno son intransferibles. Sin duda, todos merecemos contar nuestra historia única, pero no todos llegamos a hacerlo más allá de nuestro círculo de íntimos.
Este libro tiene dos puntos de partida. Por un lado, las entretenidas narraciones con las que mi madre adorna cada reunión, contando esas experiencias que ahora se recogen aquí. «Deberías escribir tus memorias», es el parecer de los recién llegados que descubren por primera vez la multitud de anécdotas vividas por mamá.
El segundo detonante es otra frase muy repetida entre los que conocen a América: «De mayor quiero ser como tú», deseo sincero que ha llevado a mi madre a preguntarse si eso sería posible. Lamentablemente no, porque, como dice, para ser como América a los ochenta y siete años habría que haber sido como ella a los sesenta, los cuarenta, los veinte… Habría que haber estado rodeado de personas como mi abuela, o haber vivido la experiencia de cambiar de casa, de país…
Así que las razones por las que América es América se encuentran en estas páginas. Pasajes de la historia de su vida, pero también de la de los países en los que ha vivido: Cuba, México y España.
He disfrutado leyendo episodios que tan bien conozco, y hasta me he sorprendido descubriendo algunos que nunca me había desvelado. Porque, claro, sin América no hay Alaska, y sin una madre singular difícilmente hubiera tenido la oportunidad de dedicarme a lo que me he dedicado ni de ser como soy.
Hay cosas que me hubiera gustado leer y que no están aquí. Por ejemplo, el listado completo de los distintos pisos en los que mamá ha vivido. Unos quince antes de mi nacimiento; y unos siete u ocho en México y otros tantos en España desde que tengo uso de razón. Ahora hace casi tres décadas que no organiza una mudanza… pero no hay que bajar la guardia, que cualquier día nos despierta con la noticia de un cambio de casa. O de un viaje. O de un nuevo grupo de amigos.
He dicho antes que este libro tiene dos puntos de partida, pero lo cierto es que hay una tercera razón por la que Olga —la editora culpable de que este libro vea la luz— consideró interesante publicar sus memorias: porque piensa que la vitalidad de mi madre puede servir de ejemplo para muchas personas que, por edad, por carácter o por haber sufrido una mala experiencia, no encuentran razones para seguir adelante.
En cualquier caso aquí están estos extractos de vida. Las dos esperamos que les resulten interesantes o, cuando menos, divertidos, que ese es, al fin y al cabo, el espíritu de mi madre.
Alaska
DISPUESTA A SEGUIR ADELANTE
He cumplido ya mis primeros ochenta y siete años y aún tengo fresca la memoria. Por eso he pensado que quizá es buen momento para hacer balance de la que ha sido mi vida, desde que nací en La Habana aquel 8 de mayo de 1929 hasta hoy, cuando resido feliz en Madrid sin dejar que el tiempo me someta.
Todos esos años, muchos o pocos, según se mire, se me han pasado volando. Mi vida ha sido como una montaña rusa, viajando de un lado para otro, viviendo aquí y allá, subiendo y bajando, con rachas mejores y momentos peores, pero siempre la he tomado con intensidad y con una sonrisa en los labios. Creo que esa es la mejor filosofía que uno puede tener para estar en este mundo, para lo bueno y para lo malo.
En el tiempo que llevo por aquí he superado y sobrevivido épocas muy decisivas, tanto de la historia de América como de la de España, de las que he sido testigo y a veces hasta víctima. Y he conocido personalmente a muchos de los personajes que las marcaron. De la política, del arte, de la sociedad… Así que no me puedo quejar: aunque casi siempre haya estado en segundo plano, he tenido, hasta ahora, una buena vida que tal vez a alguien le pueda interesar.
Me llamo América Belén Jova Godoy y aquí sigo después de haber vivido tanto, con el corazón dispuesto a seguir adelante.
1
LA FAMILIA DE «SHIRLEY TEMPLE»
Soy la hija única del matrimonio formado por Julio Jova Pichardo y María Caridad Godoy Cuebas, cubanos los dos. Mi padre nació en Cienfuegos, una ciudad preciosa del sur que ahora es Patrimonio de la Humanidad; y mi mamá, en Santiago de Cuba, la segunda capital en importancia de la isla.
Los dos lugares están separados por más de seiscientos kilómetros de distancia, y si ellos llegaron a conocerse fue porque mi papá, que era ingeniero de caminos, estuvo trabajando con Obras Públicas en la construcción de la carretera central que acababa justo en ese Santiago, adonde también le llevaría su destino.
Su primer encuentro, justo cuando se enamoraron, fue en la finca de mi abuelo materno, La Carolina, donde se cultivaba la caña de azúcar y donde mi mamá pasaba las vacaciones con toda su familia. El lugar estaba muy cerquita de la Sierra Maestra y de otra plantación que también tenían los padres de Fidel Castro, que por eso conocía muy bien la zona cuando muchos años después se subió allá a preparar la Revolución.
El de mis papás fue un noviazgo corto, entre otras cosas porque, para lo que era costumbre en Cuba, ya eran muy mayores para casarse. Ella, que nació en 1895, tenía exactamente treinta y dos años, dos menos que él, cuando celebraron con prisa la boda en La Habana, adonde habían destinado a mi padre y donde yo acabaría viniendo al mundo un par de años más tarde.
No sé si mi abuelo materno, Felipe Godoy Herbert, vino desde España o desde Francia, solo sé que llegó siendo muy joven con una fortuna considerable y acompañado por un tutor francés llamado monsieur Marisí. Ignoro si se escribe así el apellido de aquel señor, por lo que me limito a transcribirlo con la pronunciación que siempre escuché a mi mamá. La verdad es que nunca presté mucha atención a lo que ella me contaba sobre el misterioso origen del abuelo, y ahora me arrepiento.
Por el lado del apellido Herbert conservamos un ejemplar de la novela El hombre que ríe, de Victor Hugo, en el que mi madre anotó «tío de papá» al lado de la descripción de un tal Felipe Herbert, vizconde de Cardiff y Montgomery y conde de Pembroke.
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