«Cuando uno habla de su felicidad debe ser discreto y confesarla como si confesase un robo.»
L A FELICIDAD DURA UN RATITO
por Laura Ferrero
UNO. Un diario es una sesión continua
Sesión continua es una película de José Luis Garci, pero también una acertada metáfora para explicar esto que es la vida. Caes de repente en una sala a oscuras en la que se está proyectando una película que ya ha empezado. Y el cine está oscuro, no has leído la sinopsis y ni siquiera has oído hablar de los actores. Imposible, además, llamar al acomodador y pedir unas instrucciones. Lentamente, sin embargo, te vas adaptando a la oscuridad y, con el rato, con los años, terminas entendiendo el argumento del que formas parte. Pero luego, claro, cuando ya lo entiendes casi todo, llega el momento de abandonar la sala.
Mientras leía Seré feliz mañana pensaba que adentrarse en la lectura de un diario es parecido a estar en una sesión continua. A tientas, llegas hasta la butaca. Te sientas, te acomodas. Al principio, estás perdido: no hay más que un comienzo in media res. Después, empieza la magia, pero la magia solo ocurre cuando aprendes a quedarte.
DOS . Un diario es también un iceberg (aunque no lo diga Hemingway)
Ernest Hemingway ideó la Teoría del Iceberg, que apuntaba que todo relato debe reflejar tan solo una parte pequeña de la historia para dejar el resto a interpretación del lector, sin hacer demasiado evidente el verdadero fondo, tal y como sucede con un iceberg. Solo vemos la superficie, pero las claves de lo que observamos las ofrece lo que permanece escondido. A pesar de que Hemingway lo aplicara esencialmente a los relatos, yo me atrevería a decir que la teoría cobra más sentido aún en el género diarístico, un género que representa la quintaesencia de la escritura autobiográfica, un tipo de escritura en el que es fácilmente reconocible un yo que se expresa de manera genuina, sin máscaras.
Y, sin embargo, aunque el yo esté en apariencia mucho más presente y de manera más directa que en ningún otro género, un diario es también el recordatorio de que la vida se cuela también en los márgenes, entre entrada y entrada. Porque somos también y especialmente lo que no contamos, esa parte sumergida en la inmensidad azul del océano.
TRES. Y sin embargo
Leo en el Diario de Jules Renard: «¿De qué sirven estos cuadernos? —escribió Jules Renard, el 27 de enero de 1910, unos meses antes de su muerte—. Nadie dice la verdad, ni siquiera quien los escribe».
CUATRO. Sobre esa cosa de la que tratan los diarios
Suponiendo que a un diarista se le planteara esa misma y molesta pregunta que a los escritores de ficción, a saber, de qué trata tu novela, en ese caso, el autor bien podría responder, simple y llanamente, que un diario va de la vida misma. Y, la vida «es el tiempo que hace. Son las comidas. Los almuerzos en un mantel azul a cuadros sobre el que hay sal vertida. El olor de tabaco. Queso brie , manzanas amarillas, cuchillos con mangos de madera». Lo decía James Salter en Años luz , y creo que es una de las mejores definiciones de la sencillez, de la delicadeza y la fragilidad de esa cotidianidad que envuelve el paso del tiempo, los atardeceres, las copas con los amigos, las series en el sofá, los buenos libros. Nada dura eternamente. Ni la belleza, ni la alegría. Ni la felicidad.
CINCO. Sobre si se puede dejar la felicidad para otro día
Es posible, aunque no recomendable, según dice el refrán, dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Cosas como el trabajo, los deberes, aquello que se hace por obligación. En esta misma línea, subyace en las entradas de este diario un deseo de postergar la felicidad, no porque su autor lo deje todo para mañana, sino porque escribe a sabiendas de que todo se marcha. Y desea, o eso parece, atraparlo para que no lo haga del todo. Como si pudiera ir guardando un pedazo de día por aquí, un fragmento por allá. Como en aquella preciosa película de Isabel Coixet, Cosas que nunca te dije, en la que un personaje dice: «Deberíamos poder vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos que nos haga falta pudiésemos coger un poco».
SEIS. Destellos
Conocí a Xacobe Pato, librero de la maravillosa Cronopios de Santiago de Compostela, en este inmenso e inagotable universo que es Internet gracias a su cuenta de Instagram. Además de publicar posts sobre los libros que pasaban por sus manos, los domingos escribía un esperadísimo diario semanal y ese es el material que recoge en Seré feliz mañana . En realidad, él lo llama diario, pero para mí no es exactamente una recopilación de entradas, sino más bien un conjunto de destellos. Porque si tuviera que dar con un nombre que explique la naturaleza de estos textos sería ese: destellos, la punta del iceberg bajo el que se intuye o se deja entrever esa otra historia, la que el lector tiene que construir, esa que está en el inicio de la buena literatura.