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Sinopsis
Tras haber estudiado a una población de 10.000 personas durante una década, el mayor estudio hecho nunca sobre salud pública en España, el Dr. Martínez-González presenta en un lenguaje claro y ameno lo que la medicina sabe hoy en día sobre algunos de los problemas que más preocupan a los ciudadanos: el control de peso, la dieta ideal, el colesterol, la actividad física, la tensión arterial, los controles de salud, el consumo de alcohol, la adicción al tabaco, el estrés y hasta la felicidad.
¿Por qué a la gente le cuesta adelgazar? ¿Qué comemos que deberíamos retirar inmediatamente de nuestra despensa? ¿Cómo influye la industria en nuestra dieta? ¿Por qué el pan blanco es el peor alimento que hay? ¿Qué es peor, el azúcar o las grasas? ¿Por qué es hoy la industria de la alimentación peor que la del tabaco hace cincuenta años?
Un libro divulgativo, pero que carga las tintas contra la industria alimentaria —la nueva tabacalera, en palabras del propio autor— y que desgrana cómo las empresas crean falsas necesidades dietéticas para vender sus excedentes, atentando así contra la salud pública.
Dr. MARTÍNEZ-GONZÁLEZ
SALUD
A CIENCIA
CIERTA
CONSEJOS PARA UNA VIDA SANA
(sin caer en las trampas de la industria)
Con la colaboración de Cristina Galindo
A todos mis alumnos y doctorandos de estos
veintitrés años (1995-2018) en la Facultad
de Medicina de la Universidad de Navarra,
de los que tanto he aprendido.
INTRODUCCIÓN
ALIMENTACIÓN SANA... Y SIN TRAMPAS
Era el 3 de septiembre de 2011. A las nueve y media de la mañana subí andando, como hacía siempre, las dos plantas de escaleras que llevan a mi despacho en el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra. Llegaba a trabajar un poco tarde. Como una hora después de lo que suelo hacerlo en mi rutina habitual. Pero al ser sábado podía permitírmelo. La jornada sería larga e intensa. Sabía que tendría que aplicar la regla del cuatro, según la cual hay que multiplicar por ese número el tiempo que crees que te va a ocupar una tarea. Había calculado que me llevaría seis horas, por lo tanto tendría que dedicarle veinticuatro.
Miré a la foto grande que hay en la pared de enfrente de mi despacho: una cadena de montes azulados y grises, altos, abruptos y bellísimos. Pero, detrás de cada monte, siempre aparecía otro nuevo. Me acordé entonces de cuándo había tomado la decisión de poner ese cuadro al alcance de mi vista. Sonreí. Ese cuadro siempre encierra un gran mensaje para mí.
Me esperaba un fin de semana de trabajo, otro más, para dar el último empuje a un ambicioso artículo científico. Eran los resultados de una larga aventura llamada Predimed, el mayor estudio hecho en Europa sobre nutrición y también el mayor sobre dieta mediterránea del mundo. Sus conclusiones serían publicadas en febrero de 2013 en The New England Medical Journal , la revista científica con mayor prestigio internacional. El seguimiento exhaustivo de 7.500 participantes reclutados en toda España durante una década demostraba que la dieta mediterránea con aceite de oliva virgen o con frutos secos reducía un 30 % los episodios mayores (infartos, ictus, muertes) debidos a enfermedades cardiovasculares en comparación con una dieta baja en grasa. Dieciocho grupos de investigación con unos doscientos centros de salud hicieron posible este estudio, financiado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), sin olvidarnos por supuesto de los participantes. Fue la noticia de salud más difundida en Estados Unidos ese mismo año.
Predimed es el mayor estudio hecho en Europa sobre nutrición y también el mayor sobre dieta mediterránea del mundo.
Tras la publicación de este artículo vinieron muchos más. Gracias a Predimed sabemos también que la dieta mediterránea reduce un 66 % los problemas circulatorios entre otros países.
Nunca me hubiera imaginado aquel sábado de finales del verano de 2011, mientras daba los últimos retoques a ese artículo y comprobaba una y otra vez las tablas, que los resultados de Predimed iban a tener tal impacto social y mediático.
Todo empezó diez años antes, cuando el doctor Ramón Estruch, del Hospital Clínic de Barcelona, me llamó para ofrecerme que me implicara en este macroproyecto de investigación. Dije que sí y empezamos a buscar más grupos por toda España. Tras mucho trabajo, conseguimos una primera financiación de tres millones de euros, toda ella procedente del mismo organismo público que ya he mencionado antes, el Carlos III.
Se pretendía responder científicamente del mejor modo posible a la siguiente pregunta: ¿La dieta mediterránea rica en grasa de origen vegetal es capaz de prevenir las enfermedades cardiovasculares (infartos, ictus, muertes cardiovasculares) en pacientes de alto riesgo vascular pero que todavía no han sufrido un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular?
Había numerosos motivos ya para pensar que el secreto no consistía en reducir la grasa de la dieta, tanto de origen animal como de origen vegetal, sino en dar una dieta relativamente rica en grasa vegetal de origen natural, esto es, basada en aceite de oliva virgen extra y frutos secos.
Muchos, sobre todo los mediterráneos, estaban convencidos de que no hacía falta investigar para averiguar algo que ellos daban por hecho: que una alimentación como la tradicionalmente mediterránea, rica en aceite de oliva, frutas, verduras, frutos secos y legumbres, pero reducida en carnes, dulces y lácteos, era sana. Pero había que demostrarlo a ciencia cierta. Aquí está la clave de mucho de lo que se va a decir después en este libro. Una cosa son las teorías y otra los hechos respaldados con pruebas científicamente válidas.
La demostración científica la dan los estudios epidemiológicos bien hechos, ya sean observacionales o experimentales. Para hacerlos se requiere pasar a la práctica y observar a miles de personas para poder recoger, año tras año y sin interrupción, abundantísima información de cada uno de ellos y, además, esperar pacientemente un largo periodo de tiempo para llevar la cuenta de cuántos ataques al corazón, cuántas muertes, infartos cerebrales, cánceres o invalideces se producen en cada grupo.
En ese complejo y dilatado proceso intervienen diversos grupos de investigación, que colaboran para analizar esos datos durante años. Trabajan juntos a pesar de las dificultades que surgen en el camino, de la divergencia de opiniones y del choque de egos que tanto proliferan en este mundo. Con los años, se entiende la regla no escrita que recomienda que, en este tipo de investigaciones colaborativas, conviene marcarse plazos de cuatro o cinco años de trabajo en común como máximo para evitar acabar tirándose las gráficas a la cabeza. En Predimed, fueron diez. Y luego hemos seguido trabajando juntos muchos años más, señal de que nos llevamos bastante bien.