«Nuestro destino no es nunca un lugar, sino una nueva manera de ver las cosas.»
Henry Miller
«La matemática tiene la virtud de elevar el alma, obligándola a razonar acerca de los números.»
Platón
Nadie duda del prestigio de los números. Se han convertido en el símbolo de la exactitud de las ciencias, que a su vez han permitido los grandes avances de la humanidad. Cualquiera puede tener una idea genial y exclamar: «¡Viajemos al espacio exterior!» o «¡Construyamos un rascacielos!» o «¡Creemos un mundo digital!». Sin embargo, solo alguien que domine los números será capaz de hacer que esta idea sea realidad.
No hay duda de que cualquier persona sensata le está (o debería estar) agradecida a los números. Este prestigio ganado a pulso, sin embargo, no está exento de inconvenientes. A nuestro alrededor hay un número significativo de personas que, tras una experiencia traumática en su educación matemática, han decidido rehuir los números, y lo hacen de manera sistemática. Incluso los hay que les guardan rencor, como si fueran monstruos. Otros son menos radicales, pero caen en el mismo error. Piensan que, una vez se han dejado atrás los años de aulas y calculadoras, se han librado también de la influencia de los números. Y lo cierto es que no hay nada más lejos de la realidad. Son bellos, son útiles y nos acompañan a lo largo de nuestra vida.
Al observar el mundo, es muy fácil darse cuenta de que estamos rodeados de números. Están en el ascensor, en las tarjetas de crédito, en las elecciones a la presidencia del gobierno, en las películas y perfumes, incluso en nuestros sentimientos… Y su presencia no es meramente testimonial. En una sociedad cada vez más tecnológica, los números son códigos de los que depende nuestra privacidad —¡y nuestro dinero!— y, a través de los algoritmos que rigen internet, pueden controlar nuestra relación con la información. Ante esta realidad es fácil acordarse de aquella frase del escritor satírico Peter De Vries: «La vida es un caos en una jungla»; aunque cabría añadir: «una jungla de números».
El propósito de este libro, pues, no es otro que el de acercarse a esta jungla caótica de números en la que vivimos, y ayudarnos a entenderla e incluso a disfrutarla. Para empezar nuestra visita nos detendremos en un lugar, que en apariencia no tiene relación alguna con las ciencias exactas, como es el mundo del corazón. De los concursos de belleza a las relaciones con parejas y las bodas. En este mundo de fotos en redes sociales y yates con glamur, descubriremos relaciones sorprendentes entre las matemáticas y los sentimientos… Algunas demasiado sorprendentes, como la pretendida fórmula de la felicidad.
A lo largo del libro pondremos en solfa estos y otros usos esenciales, curiosos o supersticiosos de los números, pero también nos fijaremos en cómo nos ayudan a organizar nuestra vida. ¿Cómo podríamos indicar una dirección al cartero si las calles no estuvieran convenientemente numeradas? Y no solo en los aspectos prácticos como las listas con números, sino también en los intelectuales. ¿O algún consumidor de información puede prescindir hoy en día de los rankings? ¿Cuál es el secreto de Google para ordenar las páginas? Las diez mejores películas, los cien lugares que no puedes dejar de visitar antes de morir, las cinco medidas estrella del mandato de Barack Obama…
Y si estos números son importantes, los hay que resultan trascendentales en nuestra vida. Si uno no es un filósofo o un poeta, resulta muy difícil definir el tiempo; y, en cambio, todos somos capaces de contabilizarlo gracias a los números. Igualmente, juegan un papel fundamental en aspectos tan importantes, y dispares, como la medición de catástrofes naturales o la ordenación de la inteligencia humana o los procesos de selectividad. Pero los números también nos permitirán divertirnos: hacer turismo numérico, por ejemplo, o descubrir los secretos de los números más piadosos o números que son ya míticos como el 13 o el temido 666.
Nos asomaremos a la selva de los recuentos que son complicados de hacer (drogas, prostitución, suicidios, orgasmos…). También a cosas aparentemente simples, como evaluar cuantos estúpidos hay a nuestro alrededor, contar manifestantes… o el gran fiasco de los sondeos políticos.
Revisitaremos unos cuantos viejos rockeros numéricos: novedades en números populares, el número de Dios que nació en 2010, curiosas aplicaciones como el ¾ en ecología o apariciones inesperadas como el número e en las prácticas forenses.
A través de los diez capítulos de este libro, comentaremos casi todos los números que se esconden en nuestra vida cotidiana, pero he querido añadir un apéndice final. Después de una vida dedicada a los números, me ha apetecido escribir un muy breve (y modesto) diccionario sobre los primeros cien números. En él no hay definiciones al uso, sino mitos, historias y anécdotas relacionadas con los principales primeros números de nuestra cultura. Espero que os resulte útil o, cuando menos, ¡os guste!
Deseo que al acabar de leer el libro proclaméis con alegría el título del mismo: ¡todo está en los números!
CAPÍTULO 1
Matemática rosa
«Detrás de dos minutos de glamur,
hay ocho horas de duro trabajo.»
Jessica Savitch,
presentadora de televisión norteamericana
Hay pocas cosas más alejadas de las matemáticas que el llamado mundo del corazón y, sin embargo, aquí es donde empezamos. Nos encontramos en el territorio de las revistas de papel cuché —y todos los productos a las que van asociadas: programas de televisión, cuentas de redes sociales, discotecas de dudoso gusto y quién sabe cuántos otros negocios—, que aspiran a convertirse en la encarnación del glamur. Se trata de un lugar abonado a lo que los jóvenes llaman «postureo», y que los de mi generación llamaríamos «necesidad de aparentar». Se aparenta ser feliz, se aparenta tener mucho dinero, se aparenta tener mucha cultura, se aparenta amar mucho al último novio o novia… Por aparentar, incluso se aparenta saber de matemáticas. ¿Matemáticas? Sí, matemáticas.