Aristóteles (Grecia, 384 a. C. - 322 a. C.) fue uno de los filósofos más destacados de la Antigüedad junto a Sócrates y Platón. A los 17 años se trasladó a Atenas para estudiar en la Academia, donde estudió y enseñó. Fue principalmente discípulo de Platón y profesor de Alejandro Magno en el reino de Macedonia. Años más tarde, creó su propia escuela: el Liceo. Sabemos que la obra de Aristóteles la forman unos 200 tratados, de los que sólo se conservan 31, que examinan una gran variedad de temas: lógica, metafísica, ética, política, estética, retórica, astronomía y biología. Por ello, Aristóteles significa en muchos aspectos el inicio, la innovación y los cimientos de grandes ideas del mundo occidental.
INTRODUCCIÓN
El adjetivo Politiká, que da título a esta obra, es en griego una forma del plural neutro, que sobrentiende el nombre de biblía («libros», en referencia evidente a los ocho que componen el conjunto del texto), o bien postula un artículo neutro tá («cosas de»). Libros políticos o las cuestiones de política, así en plural, habría resultado una traducción más exacta que el singular ya consagrado por la tradición. A diferencia de la Poética o de la Retórica, donde el adjetivo griego en femenino singular advierte que se trata de una Téchne poietiké o una Téchne rhetoriké, aquí el plural nos pone en la pista de que no se trata de un «arte político», sino de unas consideraciones varias sobre temas políticos lo que se nos ofrece. Si fue el propio Aristóteles quien así reunió y ensambló estos libros en el orden en que se editan o si fue algún discípulo o erudito posterior, se ha discutido desde el estudio crítico de W. Jaeger.
Pero ese es un problema menor. Lo importante es notar la diversidad de los temas enfocados y discutidos en la obra, y es justo subrayar que la perspectiva y el estilo de análisis aristotélico confiere una unidad al conjunto de los ocho libros. Aunque sea dudoso que el gran filósofo se hubiera propuesto redactar una única obra sobre la política, tal como aquí se nos da, sus preocupaciones y reflexiones se encuadran muy bien en este marco común, delimitado por la herencia platónica y por su propio sistema de pensamiento. La vinculación de estas meditaciones con otros temas de su filosofar se nos aparece evidente. Todo filósofo avizora la realidad desde una perspectiva sistemática propia, y, desde luego, así lo hace Aristóteles. La reflexión política —y, en un cierto sentido, social y antropológica— es una continuación y un complemento de su teorización en el campo de la Ética .
Las últimas líneas de su Moral, a Nicómaco remiten, en efecto, a un programa de estudios sobre leyes y constituciones políticas que sería el complemento definitivo de su «filosofía de los asuntos humanos». Y en ellas se concluye: «Ante todo, pues, intentemos recorrer aquellas partes que han sido bien estudiadas por nuestros predecesores; luego, partiendo de las constituciones que hemos coleccionado, intentemos ver qué cosas salvan o destruyen las ciudades, y cuáles a cada uno de los regímenes, y por qué causas unas ciudades son bien gobernadas y otras al contrario. Después de haber investigado estas cosas, tal vez estemos en mejores condiciones para percibir qué forma de gobierno es mejor, y cómo ha de ser ordenada cada una, y qué leyes y costumbres ha de usar. Comencemos a hablar de esto».
En este párrafo final parece anunciarse nuestra POLÍTICA. Pero es interesante, además, advertir que en esas líneas parece aludir a otra de sus empresas: la recopilación de una serie extensa de constituciones políticas, politeíai, de ciudades y pueblos que permitieran al investigador una cierta panorámica histórica y un cierto enfoque comparativo. Sabemos que en esa obra, fruto sin duda de un trabajo en equipo del Liceo, logró reunir hasta ciento cincuenta y ocho constituciones políticas diversas. Tan sólo una de ellas hemos conservado, gracias a un hallazgo fortuito, la Constitución de los atenienses. Aunque probablemente redactada por algún discípulo, ya que el estilo difiere algo del aristotélico, este opúsculo refleja bien el carácter de la colección, un repertorio histórico interesantísimo que para nosotros ha quedado reducido a este único ejemplo.
No sólo la preocupación ética y la especulación metafísica configuraban el estudio de la POLÍTICA, sino también el atento examen de la realidad histórica en su diversidad. Hay, en el estilo aristotélico, un constante recurrir de lo general a lo particular, de lo teorizado según los principios abstractos a las prácticas institucionalizadas y atestiguadas concretamente.
Ese vaivén de lo general a lo particular, de la regla abstracta a los ejemplos históricos, es característico. Y da una peculiar vivacidad a los razonamientos y críticas del texto aristotélico. Este modo de tratar los temas, ese progresivo análisis de la realidad conjugado con ciertos principios generales, avanza de acuerdo con un programa bien trazado. Eso que podríamos denominar como «estilo aristotélico» confiere una cierta unidad a los varios temas debatidos, que hubieran podido presentarse como unas monografías con títulos propios, pero que tenemos ahora, por azares de la tradición, reunidos en este tratado.
Podemos distinguir los siguientes bloques temáticos:
I) Libro I. Estructuras fundamentales de la sociedad humana. La familia, las relaciones sociales, la economía. Sirve de introducción general.
II) Libro II. Sobre los teóricos del gobierno ideal. Crítica de las utopías (de Platón, de Faleas y de Hipódamo). Otras constituciones en esbozo.
III) Libro III. La ciudad, el ciudadano, y los tipos de constitución: las tres formas buenas y las desviadas. La ley.
IV) Libros IV-VP . Morfología de las constituciones. Democracia, oligarquía, clases sociales, revoluciones y sus causas.
V) Libros VII-VIII. Sobre la constitución ideal. La búsqueda de la felicidad. La educación más conveniente.
En estas cinco secciones podría analizarse la P OLÍTICA .
Hay que situar la composición de la mayor parte de la P OLÍTICA en el segundo período de residencia de Aristóteles en Atenas, esto es, entre los años 335 y 323 a. C. Al asignar la redacción definitiva del grueso de la obra a este período de madurez no se pretende negar el temprano interés del Estagirita por los asuntos políticos. Probablemente el afán por el estudio y la discusión de estos temas surgiera ya en los años de estudiante en la Academia platónica. La crítica a las teorías de su maestro es uno de los ejes de su planteamiento, más conservador que el de Platón, más afecto a la democracia moderada que a las esperanzas utópicas del idealismo. Esa crítica queda claramente expresada en algunos capítulos de su libro II.
Sin embargo, el enfrentamiento a las propuestas idealistas de Platón, en puntos muy claros, no debe hacernos olvidar cuánto debe Aristóteles a su maestro, y cuántos postulados comparte con él. También Aristóteles es, en política, un conservador, que critica los avances de la democracia avanzada y trata de defender una ciudad unitaria donde la justicia proporcional ofrezca a cada ciudadano un puesto para actuar y ser feliz. La conexión entre ética y política, la búsqueda de la estabilidad en el dominio razonable del poder por las clases medias, la importancia de la educación cívica, son trazos marcadamente conservadores del pensamiento de este filósofo que, a diferencia de Platón, no era un noble ateniense, sino un meteco afincado en Atenas. Sin ser un ciudadano de pleno derecho, Aristóteles resulta el más claro defensor de la pólis como centro civilizador y base del desarrollo cultural. Aunque vive en una época de graves crisis políticas, se empeña en defender el marco de la Ciudad-Estado como el mayor logro de la convivencia humana, con la gran conquista de la razón helénica y el ámbito de la óptima convivencia. Busca la seguridad, la