Segunda
Parte
Segunda
Parte
Hay mucha vida después de los 50
Ester Martínez
A mi esposo, mi ayuda en todo tiempo
y circunstancia, compañero fiel, siempre
tierno y amante, con quien tengo el inmenso
placer de envejecer.
Segunda Parte. Hay mucha vida después de los 50
© 2011 Ester Martínez
1ª Edición 2010
2ª Edición 2011
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
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Depósito Legal:
ISBN: 978-84-92726-84-4
Impreso en Estados Unidos de América
Índice
Todos anhelamos llegar a viejos y todos negamos que hemos llegado.
QUEVEDO
He querido empezar este libro con la frase de Quevedo, porque es una verdad indiscutible: todos anhelamos llegar a viejos ya que, como apuntaba años más tarde Charles A. Sainte-Beuve (1804-1869) «Envejecer es el único medio que se ha descubierto para vivir mucho tiempo».
Y en ese deseo de vivir muchos años, nos damos cuenta de que estamos sometidos a la tiranía del reloj y del calendario. El paso del tiempo es imparable. A veces nos gustaría pedir lo que dice una famosa canción: «… Reloj, no marques las horas…»; pero los minutos son seguidos por horas, las horas por días… y así sucesivamente, en el tren de la vida que no para hasta su destino final.
El fenómeno de envejecer con el paso del tiempo es difícil de entender para todos los mortales. Es como ir contra natura; es como si no debiera ser; es doloroso y tan rápido que nos coge por sorpresa y sin ningún remedio realmente válido para contrarrestarlo. Sin embargo, lo seguro es que el ser humano no tiene más remedio que aceptarlo y ser su aliado, viviendo bien a lo largo de todo el recorrido, sin bajarse en ninguna estación que no sea la suya propia, única e intransferible.
La autora del libro Perder la Piel, Marta Allué lo expresa diciendo: «No nacemos para morir» y, aunque ella lo dice en el contexto de su enorme sufrimiento y yo saco la frase absolutamente de su contexto, me sirve porque todos pensamos que su frase es una verdad indiscutible.
Sabemos que superar la barrera de los cincuenta es ser más conscientes de lo que acabamos de decir ya que se ha alcanzado un estadio de madurez con las importantes limitaciones que los años, a partir de ese momento, nos imponen.
Paul Tournier nos dice en su libro Aprendiendo a envejecer:
El privilegio de los privilegios consiste en poder disponer de uno mismo, más que de los demás, manejar la propia vida, no padecerla, organizarla inteligentemente, para que hasta el fin siga siendo hermosa, feliz y tan fecunda como sea posible.
Que sea así en la madurez dependerá de cómo hayamos vivido las etapas anteriores de la vida. Vivir cada época del ciclo vital de manera intensa, nos dará la oportunidad de pasar página con mayor facilidad y sin tener que volver atrás o quedarnos anclados en etapas evolutivas no superadas.
La vida tiene una única dirección. Debe marchar siempre hacia delante, pero sin saltos bruscos ni retrocesos y la superación de cada etapa debe llevarnos a la integridad y a la serenidad, no a la desesperación. La integridad es un proceso positivo del que uno forma parte. En cambio, si se opta por la desesperación, la persona llegará a estar impaciente, colérica, depresiva y sin capacidad para aceptar y gozar de cada momento.
Pero lo que es seguro es que a partir de los cincuenta algo pasa en nosotros. Seguimos estando activos, cuidando a los que nos rodean, trabajando… Pero casi nos da vergüenza decir la edad que tenemos. ¿Qué van a pensar?; ¿creerán que ya no valemos como antes?; ¿nos relegarán a un segundo o tercer término? … Y, sobre todo, sabemos que hemos llegado a la cima y sentimos que ahora nos toca bajar. No somos viejos pero muchos, a esa edad, ¡ya somos «abuelos»! Ese término nos asusta, le tememos, aunque nuestros nietos sean nuestro mayor tesoro.
Los cumpleaños, a partir de ese momento, más que disfrutarlos los sufrimos. ¡Por favor que no pongan todas las velas! ¡Con una vela representativa en el centro del pastel nos basta!
Alicia Calloti, autora del libro ¿Hay vida después de los cincuenta?, lo expresa de forma más divertida cuando dice:
Lo de cumplir cincuenta años ya es otro cantar. Si antes las décadas te parecían «prodigiosas» ahora se convierten en «ominosas». Porque el hecho de hacer una fiesta públicamente con todos tus amigos, amigas y familia, para que se enteren que tienes cincuenta años…, es muy fuerte como se dice ahora. Hay que respirar muy hondo para decirlo porque, francamente son muchos, muchos, muchos. Y para más «inri», solo falta ver con tus propios ojos «la cifra»: sí, sí, ese cinco y ese cero clavados en la tarta como «dos cruces en el Monte del Olvido», no por dos amores que han muerto sino por la juventud que has perdido. ¿Cómo te va a sentar bien ese pastel, si solo con la contemplación de los números de marras ya te han dado una patada en el estómago?
Y no te cuento si te ponen las cincuenta velas… ¿Quién ha sido el culpable?, te preguntas cuando contemplas el cuerpo del delito ardiendo. Pero lo peor son los inevitables comentarios o acertijos: «¡Mira, si parece el coloso en llamas!», «¡Socorro, socorro llamad a los bomberos que hay un incendio!»… Hasta el infinito, dependiendo de la capacidad de ironía de los miembros de tu entorno….Tienes cincuenta tacos y eso ya no te lo quita nadie.
Pero, bromas aparte, el calendario va dejando caer sus páginas inexorablemente. Los cursos escolares de nuestros nietos nos parecen cursillos. ¡Con lo largos que eran los cursos en nuestros tiempos! Junio parecía muy lejano… Ahora pasamos de la Navidad al verano con una rapidez pasmosa. ¡Qué vértigo! Pero, «bueno», nos decimos a nosotros mismos «¡aún estoy en la cincuentena!». «¡Hoy, afortunadamente, la esperanza de vida es larga!». Sin embargo, y aunque pongamos el pie en el freno, nos cuidemos la piel, luchemos por no ganar peso, llegan inexorablemente los sesenta y pensamos lo mismo, y dejamos en cierta medida de luchar por la imagen para emplearnos a fondo en la salud; y llegan los setenta y… los terrores, el miedo a la decrepitud, a la dependencia se agolpan en nuestras mentes. Es la resignación, que se complementa con la aceptación…
Sin embargo, aunque toda esta etapa pase muy deprisa, se compone de bastantes años y tenemos que vivirlos lo mejor posible. Para eso tenemos que conocer bien este periodo de la vida y cuidarnos en todas las facetas de las que hablaremos a lo largo de las páginas de este libro, intentando conseguir lo que hemos mencionado de Paul Tournier y que repetimos:
Poder disponer de nosotros mismos, más que de los demás, mane
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