Dedico este libro a cualquiera que se haya encontrado en la oscuridad; que se haya sentido perdido o desconectado; que haya maldecido la hora en que nació; que haya sobrevivido a una desilusión; que haya tenido un mal trabajo; que haya tenido relaciones tóxicas y que haya luchado contra la incertidumbre. A cualquiera que se haya sentido invisible e inútil, feo o desgastado y que aspire a más, a algo mejor o diferente. Dedico este libro a cualquiera que se haya sentido como un c*brón amargado.
No te resistas a nada.
La verdadera medida de un hombre no está en su actitud en los momentos de comodidad y de conveniencia, sino en su actitud en los momentos de desafío y controversia.
— MARTIN LUTHER KING JR .
El problema es que Dios dio a los hombres un cerebro y un pene, y solo la sangre suficiente para que funcione uno a la vez.
— ROBIN WILLIAMS
Contenido
Cuando estaba divorciándome, agarré un libro. Era un libro sobre los hombres titulado El camino del hombre superior de David Deida. Nunca había leído un libro sobre los hombres. No sabía siquiera que existían libros sobre los hombres o qué esperar de uno. Ese libro cambió mi vida. Fue el comienzo del largo viaje del héroe que vino después. Y ese viaje cambió la forma en que pensaba, comía, amaba y me movía. Retó mi forma de pensar, mis definiciones y mis creencias sobre mí mismo. Me dio una nueva mirada, un sentido de propósito y pasión para ayudar a otros hombres en su trayectoria.
Durante ese proceso, mis definiciones de la masculinidad cambiaron. Aprendí que estas definiciones estaban distorsionadas por los padres, la sociedad, la publicidad y los vestuarios de hombres. Eran dañinas. Me mantenían atrapado en un cajón que no me permitía moverme y me convertían en un muñeco de cartón en vez de un hombre en pleno crecimiento y desarrollo. Era un «debería» ambulante, que vivía las definiciones de otra gente, no las mías. Así, pues, hice borrón y cuenta nueva, empecé de nuevo, me lancé a lo desconocido. Maté unos cuantos dragones, me compré una motocicleta, me hice algunos tatuajes y eché cojones, de los de verdad. No los que aparecen en las películas de acción, sino los que te recuerdan que no son perfectos porque eres humano. Retorné completamente transformado. Dejé de ser una imagen de cartel. Me convertí en una persona de verdad con definiciones nuevas y un espejo en que mirarme algo más que el cabello.
Mi intención al escribir este libro no es imponerles mis definiciones. Es entablar un diálogo y retar sus creencias de cómo debe ser un hombre. Espero que los anime a pensar en quiénes son en este momento y quiénes quieren llegar a ser, y que los motive para lograrlo. No he venido a sermonearlos. Vengo a acompañarlos, no a atacarlos. Les hablo como a cualquiera de mis amigos, esos hombres con los que sudo, corro motocicleta, como crepas y comparto mis sentimientos. Sí, los hombres de verdad comen crepas.
Habrán visto en mi biografía que soy terapista. Es cierto. Pero no me dirijo a ustedes solo como terapista. Hago esto con ustedes como un hermano, como un ser humano y, aunque a veces hablaremos de las mujeres y las relaciones, no se trata de Marte y Venus. Tampoco de nosotros contra ellas. Se trata de ser una mejor versión de ustedes mismos. Simple y llanamente. Se trata de conectar. Descubrir. Construir. Se trata de evolucionar, crecer y vivir más a tono con su verdad y su potencial. No solo por ustedes, sino por todos nosotros.
Porque el mundo necesita desesperadamente padres presentes, hermanos leales, novios amorosos, maridos fuertes, líderes vulnerables y hombres ingeniosos que motiven a otros hombres.
Los hombres tenemos que reapropiarnos del rol que desempeñamos en el mundo.
Es hora de que regresemos.
—John Kim, el terapeuta enojado
L os niños aprenden lo que significa la masculinidad, la fuerza, el amor y su propio ser mirando a otros hombres, en especial a sus padres. Pero vivimos en un país sin padres. Aprendí esto de primera mano cuando trabajaba como terapista en una organización sin fines de lucro atendiendo a adolescentes con adicciones. Después de trabajar con cientos de adolescentes y sus padres, me di cuenta de que el denominador común de más del 95% de estos adolescentes llenos de problemas era un padre ausente. Papá no estaba física o emocionalmente. Las niñas se me pegaban demasiado, desesperadas por llamar la atención de «Papá» y, no habiendo tenido a nadie que les enseñara límites, se confundían fácilmente en su interacción social con figuras de autoridad. Pero después de trabajar con ellas unas semanas, aprendieron a seguir las claves sociales y a comunicarse de formas aceptables.
Los niños eran otra historia. Muchos me imitaban en todo lo que hacía, me seguían, imitaban mi ejemplo en las cosas más mundanas y obvias. Algunos se comportaban agresivamente con la esperanza de establecer algún tipo de conexión con otro hombre porque nunca les enseñaron a recibir atención o afecto de otro hombre sin posturear, sin aterrorizarse, sin agredir físicamente. Comprendí que ambas conductas eran el resultado de no tener un modelo masculino positivo y saludable en el hogar, y que ambas conductas podían transferirse de la escuela primaria a la secundaria, al trabajo y a las relaciones con otros miembros de sus familias, colegas y seres queridos por el resto de sus vidas. Contrario a las niñas, los niños no aprendían rápidamente. Estaban verdaderamente perdidos.
Los niños con los que trabajé crecían atrofiados, con una definición deformada de lo que es un «hombre». Con tanta publicidad manipuladora, el ambiente tóxico de los vestuarios de hombres y la cultura del scroll-and-swipe, que promueve la gratificación instantánea y el encubrimiento, no debe sorprendernos que la autodefinición de muchos de estos niños se base en tener una musculatura impresionante o una oficina de esquina, y que aprendan sobre el amor, el sexo y la intimidad a través de las aplicaciones para citas y la pornografía. Para muchos niños, la intimidad es solo cuestión de piel, y cortejar a una pareja potencial es algo que se puede hacer sentado en el inodoro desde el teléfono, por lo que nunca aprenden a comunicarse o experimentar una verdadera conexión. A la larga, sus relaciones fracasan y, como no saben lo que es una relación saludable ni tienen las herramientas para reparar lo que no funciona, caen en ciclos de relaciones no saludables que les impiden aprender y crecer. Un niño así crea su propia prisión. Tal vez alberga creencias no saludables sobre sí mismo, las mujeres y el amor. «No doy la talla». «No soy querible». Esto puede hacerle sentir rabia o recurrir a estrategias de afrontamiento, tales como las adicciones, el ghosting y la comunicación sin pasión, que no hacen más que desconectarlo de sí mismo. Puede que sienta una culpa o una vergüenza debilitantes y podría hasta atacar a su pareja, a algún miembro de su familia o a un perfecto desconocido. Se convierte en un depredador. Ahora, de repente, sufre de aislamiento y depresión, y alberga más creencias falsas, que, a su vez, se nutren de más reacciones fallidas e ineficaces. Las mujeres se convierten en objetos o, mejor dicho, en presas.
Independientemente del camino particular que lo haya llevado hasta ahí, todos los caminos, como el que acabo de describir, llevan al mismo lugar: por doquier los hombres se sienten solos o incomprendidos, viven sin propósito ni pasión y sobrevaloran tonterías superficiales o externas para compensar las carencias internas. O, simplemente, se dan por vencidos.
Y todo esto nos afecta directamente. Según la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio, solo en Estados Unidos se suicidan 45.000 personas anualmente. De estas, el 79% son hombres. Aunque las mujeres son más propensas a tener pensamientos suicidas, el suicidio es mucho más frecuente entre los hombres. Cada año, alrededor de seis millones de hombres en Estados Unidos reciben un diagnóstico de depresión. Aunque las mujeres deprimidas suelen reportar sentimientos de tristeza, indefensión y culpa, los hombres suelen sufrir más en silencio y no buscan tratamiento. Los investigadores dicen que a los hombres se les hace más difícil identificar su enfermedad. Los hombres que sufren depresión suelen reportar fatiga, irritabilidad y pérdida de interés en el trabajo. Seguramente no tengo que decir que el 99% de los tiroteos masivos habrían sido perpetrados por hombres.