JAVIER R. LÓPEZ
López, Javier Rubén
Goût, Gluten Free / Javier Rubén López. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Planeta, 2018.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-49-6354-7
1. Alimentación para Celíacos. 2. Libro de Recetas. I. Título.
CDD 641.5631
Autor: Javier Rubén López
Arte: Cristián Baulán / Germán Romani
Producción: Agustina Herrero
Fotografías: Santiago Ciuffo
Foto de tapa: Santiago Ciuffo
Fotos de contratapa y págs 10, 15, 22, 83, 104-105, 106-107 y 153: Eugenio Mazzinghi
Asistente: Lucas Vázquez
Retoque digital: Omar Tavalla
Corrección: Gisela Miliani
© 2018, Javier Rubén López
Todos los derechos reservados
© 2018, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
Publicado bajo el sello Planeta ®
Independencia 1682, C1100ABQ, C.A.B.A.
www.editorialplaneta.com.ar
Primera edición en formato digital: agosto de 2018
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-950-49-6354-7
A mi madre y a Fernando
UNA CUESTIÓN DE ACTITUD
A los cuarenta y cinco años, luego de un año en el que enfrenté varios picos de estrés, mi cuerpo y cabeza dijeron basta. De repente, me encontré con un diagnóstico de salud poco alentador: celiaquía, hipotiroidismo y colesterol alto. Estoy convencido de que las emociones juegan un rol fundamental en este tipo de alergias y enfermedades. En mi caso, fue la consecuencia del vertiginoso ritmo de vida que llevaba.
Al principio fue duro, todo un desafío que me provocaba angustia e incertidumbre. ¿No iba a volver a comer rico? ¿Tendría que conformarme con las insípidas galletas de arroz? ¿Nunca más podría compartir la mesa con mi familia y disfrutar de una pasta casera los domingos? ¿Dónde quedaba mi pasión por las tortas? Las dudas daban vueltas en mi cabeza sin parar y, cuanto más buscaba opciones gluten free, más confirmaba mi sospecha: no encontraba nada que me gustara o que se asemejara a lo que consumía antes. Todo lo que me ofrecían era congelado, aburrido y poco tentador.
El diagnóstico de celiaquía tardó en llegar. Cuando visitaba a los médicos luego de padecer problemas estomacales, me decían siempre cosas diferentes: que padecía colon irritable, que eran los nervios, que no era nada. Finalmente descubrieron, por medio de una endoscopía y después de dar muchas vueltas, que mi problema era la intolerancia al gluten. Si bien ahora existe más información sobre el tema, suele ocurrir que demora en diagnosticarse. Mientras me realizaba análisis y continuaba con los malestares, comencé a cuestionar cosas de mi vida. ¿Era feliz encerrado en una oficina? ¿Qué quería realmente? ¿Cuáles eran mis sueños? ¿Quién era yo? Estuve en crisis durante meses. Me despertaba sin ganas de levantarme, no encontraba el sentido a nada. Toqué fondo, estuve inmerso en la oscuridad. Lo que me salvó fue tomar una decisión drástica: dejarlo todo. Fui como el ave fénix, tuve que transformarme, renacer. Así nació GOÛT.
Comer rico siempre fue algo importante para mí. Más allá de alimentarme, disfrutar de una torta, un postre o de un buen plato de pastas, implica conectarse con los placeres de la vida. Ser celíaco significó un antes y un después, me vi obligado a modificar la mayoría de mis hábitos y no tuve tiempo de procesar esa transformación. Experimenté un cambio radical y, desde ese momento, mi alimentación fue muy diferente.
Al principio, uno no sabe cómo manejarse, te invaden miles de dudas. Si te invitan a un cumpleaños, lo primero que pensás es si habrá algo gluten free. ¿Se habrá acordado de mí? ¿Le aviso que me prepare algo? ¿O mejor como antes de salir? ¿Y si me llevo un tupper de casa? Todo se vuelve más complicado. Un plan sencillo como ir a cenar afuera con amigos se transforma en una odisea. ¿Adónde vamos? ¿Conocen el menú? ¿Hay panera libre de gluten? Las respuestas no suelen ser muy motivadoras. En general, los restaurantes no tienen nada sin gluten o la única opción es una ensalada insípida.
Luego del diagnóstico llegan las decepciones. Toma un tiempo encontrar el camino propio, hacerse habitué de ciertos lugares, descubrir sabores y aceptar la nueva vida. Para acompañarme en esta transición, o mejor dicho, en este quiebre, mi familia y mis amigos íntimos comenzaron a cambiar su alimentación. Es habitual, sucede que cuando alguien se entera de que es celíaco, el entorno toma conciencia y los más cercanos transforman su dieta. Lo hacen para evitar los peligros de la contaminación cruzada y también para que el otro no se sienta solo.
Hoy, para mí es una fiesta llegar a la casa de alguien y que se haya tomado la molestia de ir a comprar algo libre de gluten. Ni qué decir si lo que me sirven es casero. Una mención especial se llevan las pastas de mi madre, las pizzas de mi amigo Marcelo y las bruschettas de Osvi. La comida es amor, y cuando tus seres queridos tienen en cuenta tu intolerancia, la dedicación se valora el doble.
La realidad es que cuesta acostumbrarse y aceptar la patología, pero una vez que se supera el shock inicial, uno aprende a verlo desde otra perspectiva. Es cuestión de tiempo y de buena voluntad. Ahora en mi casa todo es gluten free y puedo asegurar que preparamos deliciosos platos. Gracias a la celiaquía descubrí productos e incorporé alimentos que antes no registraba. Además, el diagnóstico fue el puntapié que necesitaba para darle un giro a mi vida y comenzar una nueva etapa. Abandoné el trabajo de oficina después de veinte años y decidí dedicarme a crear un proyecto personal, algo que me motivara realmente. Corté el cordón y salté.
***
Cuando era chico me fascinaba espiar a mi abuela mientras cocinaba. Tenía un cuaderno azul en el que anotaba a mano las recetas de doña Petrona. Pasaba largas tardes de verano y fríos días de invierno en esa cocina llena de calidez, escribiendo receta a receta con su caligrafía perfecta. Todavía hoy puedo recordar los aromas de sus tortas recién horneadas, el palillo de madera pinchando los bizcochuelos y la emoción cuando las sacaba del horno. Las tardes después de la escuela y la alegría de encontrarme con lo que había preparado para acompañar el té no se van a borrar nunca.
En mi familia siempre fuimos de comer bien. Mi madre, aunque trabajaba durante todo el día, llegaba a casa y, a pesar del cansancio, cocinaba ricos platos para la cena. Siempre nos sorprendía con recetas deliciosas. Mis primas y mi tía compartían las comidas con nosotros. Hacíamos sobremesas llenas de charlas y risas. Era el único momento en el que estábamos todos juntos.
Con mi mamá Ana, mi papá Rubén y mi hermana Karina vivíamos en una casa en el fondo de la de mi abuela materna. Ella se llamaba Magda y fue quien me enseñó a construir una mirada estética del mundo. Tenía un jardín hermoso y se ocupaba de cuidar las plantas y las flores con una dedicación admirable. Pasábamos muchas horas juntos y gracias a Magda entendí que todo entra primero por los ojos. Lo visual te dispara universos y te cambia la perspectiva de las cosas. A veces, muchos no entienden por qué soy tan exigente con la belleza de los productos de GOÛT. Si algo tengo en claro es que no da todo lo mismo: una frutilla mal puesta puede arruinarte un postre.