[4]. La gente sabía lo que ocurría, aunque a muchos les diera vergüenza enterarse y prefirieran mirar a otra parte para no ver demasiado. Soldados y oficiales con permiso, procedentes del frente del Este, hablaban muchas veces de las matanzas de judíos que habían tenido lugar allí. La gente sabía mucho más de lo que admitía saber y es por esa razón que tantas personas acusan hoy ese sentimiento de culpabilidad.
La carrera de Wiesenthal como cazador de nazis comenzó en cuanto fue puesto en libertad en 1945 y obtuvo empleo en la sección de Crímenes de Guerra de las fuerzas estadounidenses de ocupación en Austria, con la misión de seguir la pista de los SS que le habían brutalizado a él y a otros miles. A medida que Wiesenthal fue recuperando su vigor físico, fue aumentando también su capacidad de escuchar el recuento de crímenes nazis sin que se le despertara un sentimiento de odio.
—La herida del alma de Wiesenthal nunca podrá curarse, pero por lo menos ahora no sangra —dijo recientemente uno de sus amigos, famoso psicólogo vienés.
Ello parece confirmado por la reacción que ha tenido Wiesenthal frente a los problemas de culpabilidad colectiva que se debaten ahora en Alemania.
—Un judío que crea en Dios y en su pueblo, no cree en el principio de la culpabilidad colectiva —dice—. ¿No hemos venido sufriendo acaso, nosotros los judíos, durante miles de años porque se decía que éramos colectivamente culpables? Todos nosotros, incluidos los niños por nacer. ¿Culpables de la crucifixión, de las epidemias de la Edad Media, comunismo, capitalismo, guerras adversas y adversos tratados de paz? Todos los males de la humanidad, desde la peste a la bomba atómica, fueron "culpa de los judío”. Nosotros somos las eternas cabezas de turco. Sabiendo que no somos colectivamente culpables, ¿Cómo podemos acusar a ninguna otra nación, sea lo que fuere lo que los miembros de ella hicieran, de ser colectivamente culpable?
Habiendo tomado la determinación, durante aquel primer período de postguerra, de comenzar un rastreo que no tenía esperanzas de ver nunca terminado, Wiesenthal hizo uso de su formación de arquitecto y comenzó el edificio por los cimientos. Primeramente comenzó por establecer una relación histórica de los hechos, cuando la memoria de los testigos estaba aún fresca. Al final de la guerra había más de cien mil supervivientes de campos de concentración que en su mayoría vivían en los doscientos centros de personas desplazadas repartidos en Alemania y Austria, establecidos por los aliados occidentales. Con ayuda de unos cuantos amigos, estableció Wiesenthal una red de corresponsales en diversos campos. Su trabajo consistía en entrevistarse con cada uno de los ex prisioneros y tomar declaraciones juradas acerca de los guardas SS brutales, relatos de testigos oculares de asesinatos y torturas y otras experiencias personales. Wiesenthal ponía de relieve la importancia y absoluta necesidad de nombres y fechas exactas y descartaba los relatos de oídas. Las declaraciones juradas debidamente firmadas fueron numeradas y luego archivadas en el pequeño Centro de Documentación Judía que Wiesenthal estableció en Linz en 1947, después de dejar su empleo con los americanos.
Incluso antes de fundar el Centro de Documentación, Wiesenthal había coleccionado declaraciones juradas de crímenes nazis procedentes de unos dos mil lugares distintos. Había conseguido fotografías de muchos SS, había sacado copias y las había distribuido por todos los campos de personas desplazadas, ya que muchas veces los supervivientes no sabían los nombres de los criminales, pero los reconocían en seguida por la fotografía. Wiesenthal clasificó alfabéticamente todos los lugares donde se habían cometido crímenes nazis; otro segundo fichero contenía los nombres de todos los criminales, y un tercero los nombres de los testigos. Los archivos de Wiesenthal se emplearon por primera vez en Nuremberg, durante la preparación de los juicios contra los criminales de guerra nazis. Las autoridades de Nuremberg, a su vez, le enviaron a él listas de criminales de guerra. Posteriormente sus ficheros se emplearon en Dachau en 1947, durante el juicio que tuvo lugar allí ante un tribunal militar americano contra SS que habían actuado como guardas de campos de concentración. El sistema de índices cruzados de Wiesenthal resulta muy efectivo. Cuando se le informa de que en cierto lugar se cometió un crimen, puede averiguar en pocos minutos los nombres y direcciones de testigos y también los nombres de los SS implicados. Algunos testigos presenciaron crímenes en lugares distintos y los nombres de ciertos criminales se mencionan también en conexión con los lugares diferentes.
El fichero alfabético de criminales nazis de Wiesenthal contiene en la actualidad aproximadamente 22,500 nombres. La mayoría de los SS que constan allí están acusados de asesinato, algunos de asesinatos en masa. (Su lista es pequeña comparada con la lista oficial de 160.000 nombres que posee la Agencia Central de Administración de Justicia del Estado de Crímenes Nacional-Socialistas, establecida en 1958 por varios estados federales de la Alemania Occidental en Ludwigsburg, Palatinado. La fundación del Centro responde a un retardado reconocimiento, por parte de los alemanes occidentales, de la enormidad de las atrocidades nazis y gracias a él se han iniciado más de mil procesos.)
El fichero de criminales de Wiesenthal tiene muchas lagunas. En algunas fichas no consta más que el nombre de pila o el apodo con que los prisioneros designaban a cierto SS. En el campo de concentración de Lwów, por ejemplo, uno de los más perversos guardas de la SS era conocido por "Tom Mix", mote sacado del famoso artista de cine del Oeste. El pasatiempo favorito de "Tom Mix" era montar a caballo por el campo y disparar a boleo contra los prisioneros. Hay varios testigos presenciales de los crímenes de "Tom Mix”, pero Wiesenthal no ha logrado dar con el hombre en cuestión porque no conoce su nombre verdadero. Y en el campo de concentración de Cracovia, el jefe de los confidentes era conocido por Waisenkind ("el huérfano”), por ser un criminal sentenciado a cadena perpetua por haber asesinado a sus padres. Los nazis lo sacaron de la cárcel y lo convirtieron en confidente del campo de concentración, donde "el huérfano" tenía ocasión de demostrar su talento para la brutalidad.
—Nadie sabía su verdadero nombre —recuerda Wíesenthal—. Quizás un grupo anterior de prisioneros ya muertos lo conociera. Recuerdo a otro confidente del campo de Grossrosen, cerca de Wróclaw, la antigua Breslau: Cuando él entraba en una habitación llena de prisioneros sabían todos que había llegado su fin. Los prisioneros le llamaban "Ángel de la muerte". Desgraciadamente, no se puede localizar a un hombre de semejante nombre.
En general, de los asesinos, ladrones y otros criminales comunes, en las instituciones que cuidan se cumpla la ley, lo que se conoce es el nombre. Pero muchos SS sabían ocultar cuidadosamente su verdadera identidad porque a medida que la guerra parecía más totalmente perdida para Alemania, se daban cuenta de que podía llegar el día en que tuvieran que dar cuenta de sus crímenes. Terminada la guerra, muchos miembros de la SS y la Gestapo se escondieron tras falsas documentaciones y bajo nombres supuestos. Incluso cuando Wíesenthal descubre el verdadero nombre de un individuo queda el problema de localizar a ese hombre en cuestión. Muchas de las fichas de su archivo llevan un interrogante o las palabras "paradero desconocido", lo que recuerda aquellos tiempos en que el correo dirigido a los judíos de Alemania era devuelto al remitente con la misma indicación.
El Centro de Documentación de Linz pronto fue famoso en toda Europa. Informes y testimonios, cartas y preguntas, hechos y cifras llegaban procedentes de muchos países. Los israelíes dieron a Wiesenthal su lista de criminales nazis reclamados. Pero la más valiosa lista de nombres que contiene hasta ahora procede de la misma SS. Un día de 1961, un antiguo "cliente" le ofreció a Wíesenthal una Dienstalterliste (lista de servicio) con los nombres de 15.000 hombres de la SS, rango, condecoraciones, observaciones especiales y lugares de servicios comprendidos. De aquellas listas sólo habían sido impresas cuarenta, una para cada uno de los cuarenta Gauleiter o jefes de zona nombrados por Hitler en la Europa nazi. Existían órdenes estrictas de destruir las listas al terminar la guerra. El "cliente" de Wíesenthal logró hacerse con una de ellas gracias a la confusión que siguió al día de la Victoria en Europa, le dijo a Wiesenthal que necesitaba dinero y le pidió quinientos dólares por el librito. Wiesenthal le compró la lista y no lo lamenta. Posteriormente, varios de los hombres por él descubiertos pretendieron no haber pertenecido jamás a la SS. Pero no pudieron seguir negándolo cuando Wiesenthal les señaló sus nombres en la lista.
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