INTRODUCCIÓN
MIRADAS PLURALES A LA CRISIS DE 1917
Los historiadores no se ponen de acuerdo a la hora de determinar la naturaleza de los sucesos que acaecieron en España a lo largo del año 1917: una movilización reivindicativa de las élites intelectuales, una rebelión militar, un conato de Parlamento paralelo y una huelga general obrera que se tildó de «revolucionaria». Algunos observadores asumieron que estos acontecimientos, que pronto se reunieron bajo el común concepto de «crisis», eran el resultado del clásico tránsito de la guerra a la revolución que había caracterizado tantas conmociones políticas en el camino a la contemporaneidad. A la altura de la primavera de 1917, saltaba a la vista que la contienda europea, que con la intervención de Estados Unidos alcanzaba dimensión mundial, se había convertido en una gran fuerza revolucionaria: en esos meses hubo motines militares en Francia, Italia y Rusia; un brusco aumento de la actividad huelguística en Inglaterra; altercados por el precio del pan, huelgas de contenido pacifista, motines de la marinería y formación de consejos obreros en Alemania, y violentas manifestaciones en contra de la guerra (con cortejo de motines y barricadas) en ciudades del norte de Italia como Turín, Génova y Alessandria. El pacifismo y la agitación huelguística brotaron incluso en los países neutrales: en Suecia, Noruega o España hubo manifestaciones y disturbios contra la escasez de alimentos, mientras que en Suiza, el Partido Socialista inició una campaña de agitación que derivó en graves incidentes en Chaux-de-Fonds y Zurich y que culminó en la huelga que prendió sobre todo en los cantones germanoparlantes, el 9 de noviembre de 1918, como protesta contra el paro, el deterioro del nivel de vida y el deficiente servicio sanitario. En Dinamarca, los motines contra la carestía se sucedieron desde el asalto a la Bolsa de Valores en febrero de 1918. Las manifestaciones de protesta comenzaron al mes siguiente y llegaron a su momento culminante en agosto, para declinar a partir de noviembre.
Para los testigos, obsesionados con los cambios radicales que la guerra estaba produciendo en el continente, y que tuvieron una de sus manifestaciones más espectaculares en la Revolución rusa de febrero, los sucesos españoles de 1917 tuvieron la apariencia de un proceso revolucionario múltiple, pero descoordinado y mal organizado,.
Ya en su tiempo, autores como el intelectual socialista Luis Araquistáin o el periodista y político liberal Fernando Soldevilla, elaboraron la teoría, que más tarde se convirtió de Barcelona, la cual a su vez impulsó la protesta obrera.
Otros observadores consideraron que, más que una revolución fallida, lo que se había producido en España era un proceso de democratización frustrado. Resulta evidente que, en torno a 1917, la idea de democracia comenzó a cobrar protagonismo mundial y a condicionar el discurso político doméstico por la caracterización que esta forma.
El concepto que ha logrado mayor fortuna para caracterizar la situación española de 1917 ha sido, sin duda, el de crisis. Desde el mismo momento en que se produjeron, los sucesos de 1917 fueron abordados del pan y luchas de barricadas, en Rusia estallaron dos revoluciones consecutivas en febrero y octubre, y en Portugal tuvo lugar la revolución sidonista a fines de año.
A inicios de los años setenta, Juan Antonio Lacomba habló en sentido marxiano de la existencia de una «crisis orgánica» del sistema de la Restauración caracterizada por un doble enfrentamiento: las disputas por la hegemonía. Más que calibrar el nivel de polarización entre clases, era preciso dar cuenta de las alianzas y las divisiones que impulsaron o sufrieron los diversos actores políticos y sociales, que son características de las dinámicas de movilización generalizada que tienen lugar durante esos periodos conflictuales que llamamos crisis.
La crisis designa una situación compleja en el marco del proceso.
En los análisis.
Las situaciones revolucionarias acaecidas en Europa durante la última fase de la guerra y la inmediata posguerra mundial estuvieron marcadas en buena medida por la percepción de la vulnerabilidad del Estado, o la demostración.
Vinculados estrechamente a la dinámica de las crisis políticas aparecen los ciclos de protesta, que pueden.
El incremento del acceso a las oportunidades se vio reforzado por la espectacular proliferación de movimientos de liberación y de democratización en toda Europa, y por la inestabilidad de los alineamientos políticos que sostenían al sistema liberal español. La crisis de los partidos del turno, que había comenzado en 1909 y se hizo evidente entre 1913 y 1919, agudizó la debilidad gubernamental y alentó la acción colectiva de los grupos de la oposición, en especial las formaciones nacionalistas y obreras, cuya movilización se orientó con preferencia a la influencia en la política nacional desde un ámbito básicamente urbano. De este modo se confirmaba la tesis de que la apertura de oportunidades políticas genera recursos externos para las organizaciones que disponen de escasas capacidades de influencia en comparación con las que tiene el Estado.