¿Qué significa, exactamente, «democracia»? ¿Cuáles son las condiciones necesarias para hacerla posible? ¿De qué maneras puede funcionar un proceso que lleva a millones de electores a dotarse de unas cuantas decenas de representantes? ¿En qué consisten la libertad política y la igualdad? ¿Existen distintos grados de democracia? ¿Por qué debemos preferir la democracia? ¿Qué distingue a la derecha de la izquierda? ¿La democracia se puede exportar? ¿Entre Occidente y el islam se está produciendo un conflicto de civilizaciones? ¿Cuál es la relación entre democracia y desarrollo económico? ¿La democracia está en peligro?
A estas preguntas, que se refieren, directa o indirectamente, a las cuestiones más vitales del debate político contemporáneo, Giovanni Sartori responde con treinta breves y clarísimas lecciones, proporcionando al ciudadano corriente un valioso instrumento de conocimiento para la defensa de sus derechos, y por tanto de su libertad.
Giovanni Sartori
La democracia en 30 lecciones
ePub r1.0
Titivillus 26.09.17
Título original: La democracia en 30 lecciones
Giovanni Sartori, 2008
Traducción: Alejandro Pradera
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Notas
[*] Sede central de la RAI, la radiotelevisión italiana (N. de T.)
[*] Político italiano (N. de T.)
PREFACIO
La democracia en treinta lecciones
“P rofesor, ¿pero usted es de derechas o de izquierdas?”.
Iba paseando con Giovanni Sartori y conversando sobre el programa de televisión que estábamos preparando, cuando un señor se le acercó y le dirigió esas palabras. La respuesta me intrigaba también a mí.
“Buena pregunta”, sonrió el profesor. “Yo también quisiera averiguarlo desde hace mucho tiempo, pero todavía no lo he logrado”.
Durante el periodo en que tuve el gusto de trabajar con Sartori, a menudo asistí por casualidad a escenas como aquélla. Su estilo lineal y conciso hace accesibles los temas complicados hasta a las personas más corrientes, y comprendí que la gente, entre ellos muchos jóvenes, le aborda con confianza porque considera a Sartori una fuente autorizada y libre a quien acudir para desenvolverse en el laberinto de la política italiana. Ese fue el motivo que me llevó a proponerle un programa que llevara como título Lecciones de democracia.
El momento que estamos viviendo, no sólo en nuestro país sino en todo el mundo —desde Estados Unidos hasta Europa, de Rusia a Cuba, del Cercano Oriente a China—, sitúa en el centro del debate la cuestión fundamental de la democracia. El tema central puede resumirse en los siguientes interrogantes: ¿qué insidias amenazan a la democracia?, ¿qué peligros corre?, ¿qué futuro tiene la democracia?
Para nosotros los ciudadanos corrientes, llegar a saber lo que hay detrás de esa palabra, a menudo manipulada, significa poseer el instrumento principal para defender nuestros derechos, y, por tanto, nuestra libertad.
Indudablemente, las dificultades que había que superar parecían infranqueables: llevar a la televisión un argumento tan complejo significa pedir un esfuerzo excesivo a un público que se ha vuelto cada vez más perezoso por tantos programas estúpidos, y sobre todo repetitivos, lo que supone correr el riesgo de un claro rechazo por parte de los telespectadores. Convencer, además, a Sartori, que por añadidura conoce la televisión y ha escrito sobre ella, para que diera lecciones en vídeo, sabiendo que él jamás cedería ante la mínima superficialidad, parecía un problema.
Fue Marco Giudici, director de RaiSat Extra, quien resolvió el dilema en que yo me debatía. Al acoger con entusiasmo mi propuesta, me dio el consejo decisivo: cada lección no podía superar los cuatro minutos de duración. No sólo eso, sino que el programa iba a figurar en la parrilla todos los días, a las 20:30, en la franja horaria de máxima audiencia (también para las televisiones por satélite). Una breve ráfaga precedida y seguida de programas de entretenimiento. En suma, íbamos a ofrecer al público una oportunidad de reflexión y de aprendizaje sin llegar a asustarlo.
¿Y el profesor? Lo que me sorprendió fue el tiempo que dedicó a la preparación de las lecciones. Nos reunimos varias veces y yo, he de confesarlo, tuve que ponerme a estudiar como antaño en la universidad, sometiéndome de buena gana a sus divertidas preguntas. Pero, sobre todo, él también estudió, desde luego no ciencia política, sino la forma de condensar una materia tan importante sin caer en la banalidad. Una tarea difícil, pero que obliga a pensar. En televisión, si uno quiere, se puede elevar el nivel de calidad sin ofrecer por ello programas inútilmente eruditos y por tanto inadecuados para un medio tan popular.
Una última observación: este libro no es la transcripción literal del programa de televisión. Todo el mundo sabe que el lenguaje hablado es muy distinto del escrito, en los tiempos y en los modos. Por ello, con el profesor Sartori, se decidió reelaborar las intervenciones, añadiendo allí donde era necesario alguna aclaración ulterior. Esa es la razón de que las lecciones que el lector se dispone a leer no sean todas de la misma extensión, como ocurría con las que se transmitieron por televisión.
Lorenza Foschini
Roma, marzo de 2008
INTRODUCCIÓN
S iempre me he ocupado y preocupado de la democracia, pero siempre con librotes. El libro inglés (que sigue siendo inglés: The Theory of Democracy Revisited) tiene 550 páginas; el último libro italiano, Democrazia, cosaè tiene casi 400. O sea, librotes. La idea de ocuparme del asunto en treinta comprimidos, mejor dicho, microcápsulas, me aterraba. Hizo falta la insistencia y la pacientísima moral suasion de Lorenza Foschini (¡gracias!) para conseguir que yo capitulara. Ella me decía: “Usted tranquilo, yo me encargo de todo”. Yo tranquilo no estaba: pero que ella se encargó de todo es absolutamente cierto. Mi único mérito fue conseguir ajustarme a los entre tres y cuatro minutos por lección que me habían concedido. Eso sí que fue un esfuerzo enorme. Del que me reponía mirando al director de RaiSat Extra, Marco Giudici, semiescondido entre bastidores, quien me sonreía diciendo: “Muy bien, muy bien”. Gracias a él también.
Se dice que la televisión no puede hacer verdadera cultura. Sin embargo, mis lecciones eran “serias”, y a pesar de ese defecto, parece que tuvieron éxito. Las altas esferas de Saxa Rubra, empero, no se fiaron y me aparcaron temporalmente. Espero que poco a poco reúnan el valor suficiente. Es indudable que, en televisión, la cultura hay que saber hacerla. Mientras el Festival de Sanremo va para abajo, un estrepitoso Benigni ha abarrotado las plazas y ha multiplicado las audiencias de Raiuno.
Leyéndome a mí mismo en este escrito, después de verme en la retransmisión del programa, me ha vuelto a la mente un epigrama de Giusti: “Hacer un libro es menos que nada / si el libro hecho no rehace a la gente”. “Rehacer a la gente” es muy difícil. Pero quien se dedica a dar clases sí debe mantener una mínima esperanza.