Título original: NO ME JUDAS SATANAS!!, publicado en Popular1 #241, noviembre de 1993
César Martín, 1993
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Después del anticipo del mes pasado, aquí está el No Me Judas dedicado íntegramente a Saturday Night Live que os prometí. Para algunos, esas palabras, “Saturday-Night-Live”, no significarán nada, pero me consta por las cartas que recibo que muchos otros lo seguís como podéis a distancia. El que desee introducirse en el mundo de SNL puede adquirir casi 15 videos recopilatorios que abarcan todas las épocas del programa (en Inglaterra venden algunos). Los que poseáis antena parabólica sólo tenéis que sentaros los sábados a las nueve de la noche frente a la MTV y contemplar los resúmenes de los programas que emiten (reducen los 90 minutos de cada programa a 30, pero menos es nada). En Canal + han programado ya tres de esas cintas que se pueden encontrar a la venta (“The Best of John Belushi”, “The Best of Dan Aykroyd” y “Saturday Night Live Goes Comercial”) y es posible que en el futuro emitan más. Para el que se extrañe al ver tres páginas del Popu dedicadas a un programa de la televisión americana, tan sólo un par de aclaraciones: SNL es la mayor cantera de humoristas americanos de los últimos veinte años, y ha servido de escenario para algunas de las actuaciones rockeras más importantes de la historia de la televisión. Merece estas tres páginas.
César Martín
Saturday Night Live
NO ME JUDAS SATANAS!! - 241
ePub r1.0
Titivillus 26.09.2020
SNL
Una de las experiencias más fascinantes y enriquecedoras que puede vivir el ser humano es conectar el video y someterse a una sobredosis de SNL, seis horas, siete horas seguidas de demencia sin control. Steve Martin desangrando a panolis en los tiempos del Medievo, Dana Carvey vendiendo batidoras disfrazado de George Bush, John Belushi en su alter-ego de Beethoven cantando el “What I’d say” de Ray Charles, todas esas locuras, una detrás de otra, sin descanso, salpicadas por las actuaciones musicales más memorables, desde las primerizas apariciones de Billy Preston hasta los ultimísimos shows de Soul Asylum y Pearl Jam. SNL es mucho más que un simple programa televisivo, es una institución, y ha jugado un papel clave en la formación cultural de varias generaciones. Sus creadores han envejecido, pero la plantilla de humoristas se ha ido renovando con los años, y todavía es un artefacto tan peligroso e irreverente como el primer día. Olvidad ese falso mito de que en Estados Unidos sólo hay puritanismo y ñoñería, cualquiera de nuestros programas nacionales palidecen frente a algo como esto. En ningún otro sitio se puede ver al presidente de una nación autoparodiándose (Gerald Ford hizo un cameo en un programa), ni a la histérica de Sinead O’Connor rompiendo la foto del Papa, ni a Mick Jagger lamiendo los labios de Ron Wood. SNL es el único lugar en el que se pueden concentrar tantísimas aberraciones semana tras semana. Es difícil explicarse cómo diablos ha aguantado tanto tiempo en antena, sorteando los ataques moralistas, los escándalos imprevisibles y tantísimos incidentes, pero el caso es que sigue ahí, con la misma fuerza de siempre.
SNL parece un programa de un canal independiente o incluso pirata, resulta extraño pensar que es el niño mimado de un holding tan monstruoso como la NBC. ¿Recordáis el film “The American Way” de Dennis Hopper, en el que una pandilla de inadaptados bombardean los televisores de América con emisiones piratas de sexo, violencia y Rock’n’Roll?, pues imaginad que a esos tarados les conceden un presupuesto de lujo para hacer un programa a su estilo, ¿qué saldría de ahí?, ¡está claro!, ¡Saturday Night Live! De hecho la historia de SNL no se aparta mucho de eso. El equipo original del programa tenía mucho que ver con los suicidas de “The American Way”.
Exceptuando a Jane Curtin todos parecían recién salidos de un viaje de ácido. Lorne Michaels, el productor, teóricamente encargado de poner orden y no permitir que la situación se desmadrase, aspiraba a joder las mentes de una generación entera de televidentes: Chevy Chase vivía en una nube de cocaína: John Belushi tenía la mentalidad de su personaje de Samurai; Dan Aykroyd sólo se sentía realizado cuando cagaba sobre su Harley Davidson; Laraine Newman era una hippie, una hija de la generación Woodstock; Garrett Morris, el único negro del equipo en aquella primera época, tenía actitud combativa a lo James Brown: y Gilda Radner no se puede decir que encajara con el prototipo de mujer joven americana responsable y centrada. Con este personal la NBC inició en el 75 su proyecto más arriesgado y peligroso. Mezclando profesionalidad (pese a su juventud, Michaels poseía tablas y experiencia) e inconformismo, la cadena televisiva se preparó para recibir centenares de quejas y presiones desde todos los campos. No existía nada sagrado para los componentes de SNL, ni la religión, ni las drogas, ni la política, ni nada, y hacia ahí dirigían sus proyectiles, hacia los temas considerados tabú. Chevy Chase fue el primer fichaje, y luego llegarían Aykroyd, Gilda y los demás. En el primer programa ya establecieron la estructura que se mantendría hasta la actualidad. La cosa fue así: un gag para empezar, a continuación la gran frase que introducía el programa (“Live from New York! It’s Saturday Night!”), el monólogo cachondo del presentador de turno, varios sketches cómicos, las actuaciones musicales (en aquella ocasión a cargo de Billy Preston y Janis Ian), el telediario ficticio “Weekend Update” presentado por Chase, algún gag más y la despedida final, con todos juntos saludando al público desde el plató (el presentador, los músicos, el equipo). El sistema de trabajo, que también se ha mantenido hasta la actualidad, era muy rígido. El lunes el presentador de la semana llegaba al estudio y conocía al equipo, comenzando a planificar el trabajo esa misma noche; el martes era el día destinado a redactar los guiones y para ello se empleaban casi las veinticuatro horas (la coca ayudaba a seguir al pie del cañón a las cinco o las seis de la madrugada); el miércoles dormían por la mañana y se reunían a las 3 de la tarde para leer los textos, tras lo cual Michaels se encargaba de seleccionar lo mejor, durante el jueves y el viernes se preparaban los decorados, la situación de las cámaras, etc.; el sábado hacían dos ensayos (uno a la 1 del mediodía y otro a las 7 de la tarde) y finalmente el programa se emitía en directo a las 11.30 h de la noche; al finalizar el maratón todo el equipo se iba a celebrar el triunfo a algún club, allí algunos conseguían un ligue y pasaban el día siguiente retozando en la cama, volviendo a empezar el “tour de force” el lunes siguiente. Ese era el plan de vida durante casi todo el mes (como os comenté en el anterior No Me Judas, el primer sábado de cada mes lo tenían libre). Era prácticamente un régimen militar y el equipo original casi al completo aguantó esa presión durante cuatro años.