S IMONE P INET / I SLAS CABALLERESCAS : DE LA ÍNSULA AL ARCHIPIÉLAGO
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El Cifar y las Ínsolas Dotadas
Como con toda la cultura de la Antigüedad, la literatura medieval hizo de la insularidad una amalgama de mitos, simbolizaciones, y reconfiguraciones que, volcadas en distintos contextos históricos, políticos y geográficos, resultaron en nuevos archipiélagos. La literatura de viajes, imaginarios o reales, espirituales y comerciales, o el contexto particular de culturas como la celta o la griega, irían imprimiendo su imaginación y su realidad a ideas como la de Última Thule, o a la geografía de las Cícladas. La literatura artúrica, corpus que informa la primera configuración de la literatura caballeresca castellana, había hecho de las islas parte integral de un proceso de traslado y conversión del mito de Grial (en el Joseph d’Arimathée, el Erec o las continuaciones de Perceval ), donde puntuaban momentos de simbolización y alegorización, cristalizándose en Avalon, la isla-tumba-profecía del rey Arturo, formulaciones transmitidas a la península en adaptaciones al castellano como El baladro del sabio Merlín, La demanda del Santo Grial, o el Lanzarote (Szkilnik, 1991, y Alvar, 2008).
La narrativa caballeresca peninsular consolidó ese espacio maravilloso del roman artúrico en su primer ejemplo, el Libro del caballero Çifar , compuesto en la primera mitad del siglo trece. Las Ínsulas Dotadas del Çifar empiezan el proceso de relocalización de ese contenido maravilloso, que en su mayor parte había tenido como telón de fondo el bosque y la floresta, para fijarlo en lo insular con una serie de connotaciones simbólicas (Cuesta Torre 2001: 14-19). El episodio se cuenta en ocho capítulos al final de la cuarta y última parte, conocida como «Los hechos de Roboán», hijo del caballero Çifar, quien ha seguido los pasos del padre buscando aventura y fortuna. Roboán cae en una trampa que le tienden los consejeros del emperador de Tigrida y es desterrado de allí, víctima de su curiosidad. Como alternativa a la sentencia de muerte, el emperador mismo le deja embarcarse en un batel sin remos y sin rumbo conocido que le lleva hasta la orilla de un reino llamado las Ínsolas Dotadas. Tras cruzar una serie de puertas mágicas, es recibido por unas doncellas que lo conducen a la corte donde le espera la emperatriz Nobleza para casarse con él. Casi un año pasa hasta que una nueva serie de pruebas, instigadas por el diablo, hacen que Roboán pierda ambos, emperatriz y reino, víctima ahora de su codicia. Construido como una caja china, donde unos ejemplos se insertan dentro de otros para recalcar la importancia tanto del consejo como de la virtud, el episodio reitera la estructura de pérdidas y ganancias que hila las distintas partes del libro en su totalidad. El aislamiento varias veces remarcado del escenario insular, más allá de su denominación geográfica, mediante la lejanía, la ubicación secreta, y las puertas y llaves necesarias para hacer el camino hasta este y lograr el acceso, codifican los itinerarios que trazará la insularidad caballeresca.
Edward Burne-Jones, El último sueño de Arturo en Avalon.
Geográficamente, el espacio se relaciona con el río Tigris, uno de los cuatro ríos del paraíso, que en el texto se describe como un archipiélago «e el paraíso terrenal onde estos ríos salen, dizenle las Yslas Bienaventuradas» (400). Esta geografía bíblica —el texto invoca el Génesis como fuente— se amalgama con un imaginario oriental, ya que «comarca de la vna parte con las tierras del Çin, e de la otra parte con Asia la Mayor, contra oriente, do se fallan los çafires finos» (401), una geografía ficticia descrita en términos realistas. Temáticamente, se propone la isla como un edén («ca este imperio es de los más viçiosos e muy abondados del mundo», 427), inaccesible, a la vez mágico y alegórico, ocupando un espacio intermedio entre lo real y lo imaginario. Como una instancia más de un gran tesoro que se pierde, la isla es también un espacio de productividad al que se suman las connotaciones de género a partir de los elementos sexuales sugeridos en el episodio por medio del placer obtenido de los regalos para Roboán de su señora Nobleza —un perro y un ave de caza—, una ganancia cuyo deseo debe ser contenido, según advierte la reina al caballero antes de que se dé fin al episodio: «Non querades dexar lo ganado por lo que es por ganar, e lo fecho por lo por fazer» (427). En términos políticos y económicos, la riqueza del espacio insular es una invitación para la conquista, y la lección es una de buen gobierno. Finalmente, en términos estructurales, el episodio está aislado narrativamente, sugiriendo una estructura, a partir de un par de frases «mágicas» que marcan retóricamente su inicio y su final. Cuando Roboán se mete en el batel sin remos, este se pone en marcha tan rápido que el caballero no tiene tiempo siquiera para decir un «Señor, con vuestra gracia»; y al final, al querer bajarse del caballo para quedarse con su señora Nobleza, Roboán sin quererlo espolea ligeramente al animal, que corre como el viento sin darle tiempo a decir «Con vuestra graçia, señora» (427). Para cuando a finales del siglo XV Garci Rodríguez de Montalvo haga suyo un Amadís anterior en tres libros para convertirlo en una elaborada versión en cuatro libros (un quinto, separado, será la primera continuación en Las sergas de Esplandián ), que servirá de modelo para docenas de continuaciones, reelaboraciones, imitaciones y traducciones, la isla caballeresca estaba lista para ser transformada en un eficiente dispositivo para la narración.
Si la narrativa caballeresca peninsular se nutre en el periodo medieval principalmente de textos y temas originados más allá de los Pirineos —en el episodio de las Ínsolas Dotadas se cita directamente [3] el Yvain de Chrétien de Troyes—, en la temprana edad moderna los libros de caballerías van a dialogar de manera constante con elaboraciones «locales», creando un complejo sistema prosístico con la narrativa sentimental, las historias de cautivos, la crónica y la biografía caballeresca, y la novela bizantina y morisca. La insularidad, sin ser única a la caballeresca, va a encontrar en estos libros un espacio para la experimentación con contenidos y estructuras narrativas (Avalle-Arce, 1990: 348; Martín Romero, 2009, y Brandenberger, 2003).
Como telón de fondo, el mar servirá para que la narrativa caballeresca de los siglos XVI y XVII explore no solo nuevos espacios de la ficción, sino para que la historia, los avances tecnológicos en cuestiones de navegación y exploración, y la ideología de un imperialismo cambiante encuentren acogida entre sus páginas. Así, la insularidad va a servir como estructura para que la ficción se imbrique no solo con distintos géneros literarios, sino con otras disciplinas como la cartografía, donde la insularidad tiene su propio desarrollo. Si los paralelos entre cartografía y literatura caballeresca en términos de contenidos, por ejemplo, entre un oriente onírico y fabuloso, pueden encontrarse en los mapas del siglo XVI que dibujan islas en los mares orientales a manera de joyas, también se pueden encontrar paralelos estructurales entre los itinerarios caballerescos y los itinerarios posibilitados por los avances en tecnologías marítimas reflejados en la elaboración de cartas de navegación conocidas como portulanos, hasta llegar a cuestiones genéricas, de composición, como es el caso de los archipiélagos caballerescos y los isolarios (Pinet, 2011). Entre la geografía y la historia, la experimentación con la prosa y los modos de representación, la caballeresca va a trazar entre las islas derroteros nuevos para la ficción en sendos ciclos, con el de los Amadises, los Palmerines y el del Caballero del Febo entre los más famosos.