A principios del siglo XX, el consumo de alcohol se considera un asunto problemático en Estados Unidos y, para solucionarlo, estalla una guerra sin precedentes contra este mal que corrompe la sociedad. Sin embargo, en la práctica resulta complicado frenar la producción, el transporte y la venta de bebidas alcohólicas con una graduación superior al 0,5 %. Y con razón, ya que a partir de la Prohibición se pone en marcha una verdadera red de contrabando para paliar la escasez de alcohol y ofrecerle a los consumidores esta apreciada bebida.
La campaña prohibicionista se remonta a mitades del siglo XIX, pero en un primer momento esta solo afecta a algunos estados. El 16 de enero de 1916, la Enmienda XVIII marca el fin de la venta y de la fabricación de alcohol con fines comerciales, hecho que provoca que la lucha se instaure oficialmente a escala nacional. Pero el bando que se posiciona en contra del alcohol no alcanza a imaginar que esta proscripción provocará una ola de criminalidad y de corrupción y conllevará el nacimiento de una generación de peligrosos gánsteres que sumirán ciudades como Chicago en un oscuro período de violencia.
Contexto
Los primeros movimientos prohibicionistas
Desde la época colonial, el consumo de alcohol es un sujeto espinoso en Estados Unidos. La bebida está omnipresente en el país, y se consume en los saloons , lugares de encuentro muy importantes para la sociedad estadounidense que abundan antes de la Ley Seca —hay un saloon por cada 300 habitantes—. A partir del siglo XIX, son varias las voces del bando puritano que se elevan contra sus prácticas y, en 1830, se asiste a la aparición de diversas ideas políticas a nivel local que instan a moderar el consumo de alcohol, como las de dos políticos de Maine, James Appleton (1786-1862) y Neal Dow (1804-1897). Este último, de hecho, convierte Portland en la primera ciudad «seca» de Estados Unidos en 1840 y es el padre de la Ley Seca, aunque sus motivaciones estaban sobre todo guiadas por un rechazo hacia los inmigrantes, muchos de los cuales tenían saloons o eran vendedores de alcohol.
A continuación, varios estados y ciudades deciden prohibir el alcohol en la década de 1850. No obstante, el movimiento se esfuma rápidamente en todos los estados excepto en el de Maine, que mantiene vigente esta prohibición entre 1851 y 1856. Después de la guerra civil (1861-1865), son las mujeres las que retoman la protesta. Siguiendo el ejemplo de Dioclesian Lewis (1823-1886), un predicador que acostumbraba a acudir a tabernas para rezar entre los consumidores, Eliza Thompson (1816-1905), hija del gobernador de Ohio Allen Trimble (1783-1870), canta junto a otras mujeres de clase media himnos en lugares de venta de alcohol y reza por su cierre. En algunos casos logran su cometido, pero el movimiento acaba fracasando y los establecimientos que habían cerrado vuelven a abrir sus puertas. Entre 1860 y 1870, otros activistas intentan reavivar sin mucho éxito la llama de la Ley Seca. Pero la situación cambia en 1874: aparece un movimiento feminista a favor de la templanza llamado Women’s Christian Temperance Union (WCTU, «Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza»).
Cartel de la WCTU que muestra a una mujer predicando a favor de la Ley Seca delante de la multitud.
Esta organización se desarrolla y gana terreno bajo la batuta de Frances Willard (sufragista y militante feminista estadounidense, 1839-1898), que dirige a sus grupos con mano de hierro durante 25 años.
El movimiento se organiza
Al principio, la lucha contra el alcohol es un movimiento marginal, pero con el paso del tiempo se convierte en el caballo de batalla de organizaciones más estructuradas, como la WCTU. Sin embargo, la que dinamiza la lucha es la Anti-Saloon League («Liga Anti-Saloon»), creada en 1893 y liderada principalmente por protestantes ricos y por hombres de negocios. La figura más destacada de este movimiento es la del abogado Wayne Wheeler (1869-1927), considerado como uno de los precursores del lobbying (actividades de presión realizadas en torno a autoridades políticas para defender ciertos intereses) en Estados Unidos.
A partir de este momento, la idea de prohibir la venta y la fabricación de alcohol se desarrolla en todas las capas de la sociedad estadounidense. Por ejemplo, Henry Ford (industrial estadounidense, 1863-1947) se posiciona a favor de la abstinencia de sus obreros y no le tiembla el pulso al despedir a los alcohólicos. En 1910, una veintena de estados prohíben la venta de alcohol y, tres años más tarde, James Franklin Hanly (1863-1920), antiguo gobernador de Indiana, hace un llamamiento para que la prohibición se extienda sobre toda la nación. En efecto, la lucha dista mucho de ser uniforme sobre el conjunto del territorio, e incluso a veces las prácticas varían dentro de un mismo estado. Por ejemplo, a pesar de que en el estado de Ohio el alcohol está prohibido desde principios de siglo, algunas grandes ciudades del estado continúan ofreciéndolo, como Cincinnati.
Aunque la Ley Seca debía limitar el consumo de alcohol, lo cierto es que da pie a la clandestinidad. En el estado de Ohio se calcula que hay 7050 saloons en 1908 y, tres años más tarde, 690 nuevos establecimientos.
La Ley Seca y la lucha social
Las filas prohibicionistas son extremadamente variadas. Algunas están guiadas por una conciencia social y ven en el alcohol un instrumento para someter a los obreros contra el que hay que luchar, de la misma manera que hay que combatir la segregación o prohibir el trabajo infantil. Así pues, progresistas, abolicionistas y sindicalistas trabajan por el cierre de los lugares de bebida y de libertinaje. A estos se les suman tenaces conservadores que ven el alcohol como un mal que los inmigrantes han traído de Europa. Para ellos, la Prohibición es una medida contra los extranjeros que han llegado para instalarse en Estados Unidos y que corrompen la nación.
La Ley Seca y la Primera Guerra Mundial
El contexto de la Primera Guerra Mundial sirve en gran medida a la causa prohibicionista. En efecto, a la población estadounidense le molesta el visible nacionalismo de los germano-estadounidenses, a menudo regentes de bares. Entonces, para incomodarlos, Wayne Wheeler lanza una inteligente propaganda y una importante acción de presión que hace que parezca que todos los males de la sociedad están provocados por los inmigrantes alemanes y su tendencia a beber. Sin embargo, cuando el país entra en guerra, los germano-estadounidenses luchan bajo la bandera estadounidense. Con todo, a pesar de su compromiso con la nación, el trabajo de la Liga Anti-Saloon obtiene sus frutos y la comunidad es denigrada. Además, la cólera contra los fabricantes y los vendedores de bebidas alcohólicas crece debido a que los cereales —un producto cada vez más escaso en esta época de conflicto— se utilizan para destilar alcohol y no para alimentar a la gente y participar en el esfuerzo de guerra.