EL SISTEMA PEDAGÓGICO KENTENIJIANO.
LA PERSONA DEL EDUCADOR
SERIE: PEDAGOGÍA KENTENIJIANA N°1
EL SISTEMA PEDAGÓGICO KENTENIJIANO.
LA PERSONA DEL EDUCADOR
P. Rafael Fernández de A.
N° Inscripción: 220.121
ISBN: 978-956-246-700-1
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PRESENTACIÓN
C ada vez resulta más evidente que el futuro de la cultura de los próximos siglos se fragua básicamente en la educación. Más concretamente, el futuro de la Iglesia depende prioritariamente de la forma como ésta trasmita y eduque la fe de sus miembros. Esta afirmación expresa una firme convicción del fundador de Schoenstatt, el P. José Kentenich. Él sintió que Dios le había dado en este sentido una misión especial, a la cual se entregó con todas sus fuerzas.
El sistema pedagógico que elaboró no surgió de una construcción ideológica; partió de la vida, de su experiencia personal y de su praxis como educador. Desde 1912, año en que recibió el encargo de educar a los alumnos del colegio de los padres palotinos, hasta 1968, año en que el Señor lo vino a buscar, toda su actividad se centró en educar a innumerables personas de nuestro tiempo, de una época de cambio histórico extraordinario, a fin de estas alcanzaran la plena libertad de los hijos de Dios.
A medida de las posibilidades y de puertas que le abría la divina Providencia, fue elaborando y a la vez sistematizando un sistema nuevo de educación y de trasmisión de la fe. Un tiempo nuevo exigía una nueva modalidad, ponía nuevas exigencias al educador y requería formar un hombre nuevo en una nueva comunidad, que vencieran la masificación y descristianización reinante. Más aún, que educara personas capaces de generar cultura, encarnando la armonía de lo humano y lo divino, uniendo el más acá con el más allá; personas verdaderamente libres y solidarias, apasionas por Dios y por el hombre.
El intento del presente libro es entregar una visión global del sistema pedagógico kentenijiano, que ciertamente no se limita a la Obra de Schoenstatt sino que quiere ser compartido con todos los miembros de la Iglesia y todos aquellos que luchan por un mundo nuevo y la dignidad de la persona humana.
El fundador de Schoenstatt fue sistematizando su concepción pedagógica a lo largo de los años, siempre dirigiéndose a personas concretas y auscultando los desafíos de la época. En la última etapa de su vida dictó cursos donde de algún modo resume su pedagogía, sin embargo, no alcanzó a finalizar, como él lo deseaba, una exposición completa de la misma.
La tarea quedó para sus seguidores. El presente texto representa un intento en esta dirección, que sin duda siempre podrá ser perfeccionado. Nuestra preocupación ha sido recoger y entregar la misma palabra del P. Kentenich, a través de extensas citas de sus escritos. Nos hemos limitado expresamente a ordenar sus enseñanzas y experiencia, sin cotejarla mayormente con las tendencias pedagógicas de la actualidad. Esta importante tarea queda abierta para ser abordada en el futuro.
I. INTRODUCCIÓN
1. Una nueva pedagogía para una nueva época de la historia
El P. Kentenich estuvo siempre atento a lo que le señalaba el Dios de la vida. Su consigna era: “Con el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo”. Su mirada se dirigía a la nueva cultura emergente, o como solía decir, hacia los “novísimos tiempos”.
Siendo esa su perspectiva no es extraño que pronto haya detectado que la gran batalla de los tiempos se estaba dando y se iba a dar cada vez más en el campo de la educación. Más que la economía, más que los sistemas políticos, los avances de la técnica o lo que pudiesen dictar nuevas leyes, lo decisivo para el futuro de la humanidad y de la Iglesia sería la educación. Cuando se está decidiendo el destino del mundo por siglos, este tema debía pasar a primer plano.
Hoy es palpable la crisis mundial en cuanto a la educación; lo cual adquiere en la Iglesia una relevancia especial, por el desvalimiento que esta muestra en relación a la educación de la fe y carencia de métodos eficaces capaces de captar al hombre actual para un encuentro con el Dios vivo. En una carta al P. Menningen, estrecho colaborador suyo, explica el P. Kentenich:
Nietzsche escribió en 1875: “Alguna vez no habrá idea alguna que no sea la de educación”. En esta frase se hace referencia a un tiempo en que la educación estará tan en primer plano que todos los demás asuntos e intereses ya no se manifestarán de forma especial. ¿No nos estaremos acercando más y más a ese tiempo? Hoy en día, el tiempo ya lleva en la frente la señal de aquello a lo que se refiere la frase. Por todas partes se escucha desde los tejados la idea del hombre nuevo en la comunidad nueva, aquí con un cuño cristiano, allá con un cuño no cristiano o anticristiano. ¿Qué puede resultar más obvio que, en la medida en que se esté captado por el ideal, se pondere en todas partes la educación como la gran panacea para configurar de nuevo el mundo?” (Carta al P. Menningen, 1954).
El hecho de ser un Movimiento de educación y de educadores proviene en último término del carisma que el Dios vivo entregó al fundador de Schoenstatt. Su Obra es heredera de ese carisma, debe conservarlo en su originalidad propia y desarrollarlo en bien de la Iglesia. El fundador afirmaba que él, desde muy temprano, poseía una especie de “idea congénita”, a saber, la necesidad de formar un hombre nuevo en una nueva comunidad, que respondiese a los desafíos de la época. Junto a esta idea, que albergaba en su interior, poco a poco despertó en él algo que llegó a ser como su “segunda naturaleza”, a saber, su vocación de educador.
En su primer trabajo como sacerdote –como profesor de latín y alemán, en el seminario de los palotinos–, ya pone en práctica un nuevo sistema de enseñanza, más participativo y personalizado. Pero en definitiva, lo que despierta en él con fuerza su vocación pedagógica es su nombramiento como director espiritual de los seminaristas. Desde ese momento queda definida su vocación de educador como rasgo esencial de su misión personal. En la primera charla que da a los alumnos del seminario menor de los palotinos, conocida más tarde como Acta de Prefundación de Schoenstatt, manifiesta su estilo como educador, estilo que se irá concretando y profundizando a lo largo de toda su vida. Escribe al P. Menningen:
Para entender lo dicho, debes recordar que, como un auténtico hijo de la Providencia, en 1912 concebí el encargo educativo, que recibí a través del nombramiento de Director Espiritual, como una indicación del camino por parte de Dios para toda mi vida. Huellas de esa misma disposición hallarás con claridad en el Acta de Prefundación. Allí puede leerse:
“Y ahora, sin intervención alguna de mi parte, viene mi nombramiento como director espiritual. Así pues, ha de ser ciertamente la voluntad de Dios. Por eso, acojo tal voluntad firmemente decidido a cumplir de la manera más perfecta todos mis deberes para con todos y cada uno de ustedes. Con lo dicho me pongo a disposición con todo : mi saber y mi ignorancia, mi capacidad e incapacidad, pero, sobre todo, mi corazón”.
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