Editorial Nueva Patris ofrece una nueva edición del libro Nuestro Estilo de Vida.
Las partes centrales de este libro corresponden a tres charlas: las dos primeras dadas por el P. Rafael Fernández y la tercera por la Hna. María Angélica Infante. Fueron dictadas en Bella-vista, durante la Jornada Anual de Dirigentes del Movimiento de Schoenstatt.
Estas charlas, publicadas inicialmente como Material de Trabajo Nº 8, se agotaron rápidamente, lo que puso de manifiesto el interés despertado por el tema.
El libro incluye además otro escrito del P. Rafael Fernández, El Ideal de Matrimonio, y se completa con varios Materiales de Trabajo de la Rama de Familias, en la Zona Cordillera de Santiago. De este modo se integra un conjunto especialmente apto para ser utilizado por personas y grupos que se proponen recorrer el camino de su autoformación.
Todos los textos han sido revisados y adaptados en cierta medida al lenguaje escrito. Sin embargo, se mantiene un tono coloquial que posiblemente contribuya a facilitar la lectura en los grupos y talleres que utilicen el libro.
Aunque las distintas partes de Nuestro Estilo de Vida fueron elaboradas originalmente para la Rama de Familias, el libro también puede ser utilizado por otras ramas del Movimiento con las correspondientes adaptaciones y cambios de acento. La unión de fe y vida es un ideal que comparten todos los miembros de Schoenstatt.
Nuestro Estilo de Vida, Semilla de una Nueva Cultura
P. Rafael Fernández de A.
I. Introducción
1.Un gran anhelo por la santidad
El P. Mario ya hizo prácticamente la introducción del tema que me encargaron para esta Jornada, tema que podríamos titular –también con palabras del mismo P. Mario– “Nuestro estilo de vida, semilla de una nueva cultura”.
En nuestra Familia de Schoenstatt existe un gran anhelo por la santidad. Hay un claro llamado de Dios que nos mueve a seguir las huellas de la santidad de nuestro Padre. Ahora bien, creemos que debemos dar un nuevo paso en este sentido: que ese llamado y ese anhelo se expresen en una vida de santidad, más específicamente, en costumbres santas. El anhelo por la santidad debe traducirse y probarse en costumbres santas, en la plasmación de un estilo de vida santo.
Se hizo mención del hermoso lema de la Rama Femenina de Profesionales “Que donde yo esté, el cielo toque la tierra”. Sí, que donde yo esté, la tierra se transforme, precisamente porque el cielo la toca. En nuestro Santuario Cenáculo, imploramos al Espíritu Santo para que él descienda hasta nosotros. Es por eso que rezamos: ¡Ven, Espíritu Santo, y renovarás la faz de la tierra!
2. El llamado del Evangelio y del Magisterio
Como Familia, nos sentimos movidos a cultivar costumbres coherentes con la elección y el llamado del que fuimos objeto. En la reciente Encíclica de Juan Pablo II, Veritatis Splendor, leemos lo siguiente:
Los primeros cristianos provenientes tanto del pueblo judío como de la gentilidad, se diferenciaban de los paganos no sólo por su fe y liturgia, sino también por el testimonio de su conducta moral. (VS 26)
Es decir, se distinguían no sólo por profesar una misma fe o celebrar una misma liturgia, sino, específicamente, por el testimonio de su conducta. El Evangelio planteó desde el inicio esta exigencia:
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48) . “Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones –dice San Pablo– para que seáis irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo.” (Fil 2,15) Y, en otra de sus epístolas, siguiendo el mismo pensamiento reitera: “Os exhorto a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados” (Ef 4,1) . San Pedro dice igualmente: “Así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: seréis santos porque santo soy yo.” (1P 1, 1516)
Esta exigencia del Evangelio es lo que quisiéramos ahondar en esta Jornada, aplicándola a nuestra vida de schoenstattianos.
Cuando preparaba esta exposición, llegó a mis manos un comentario del Cardenal Ratzinger a la Encíclica del Santo Padre. Leeré un pasaje que me parece especialmente atingente a nuestro tema. Dice así:
Si el cristianismo es definido como camino, significa que ante todo indicaba una forma específica de vivir. (Uste-des saben que al comienzo el cristianismo no se llamaba cristianismo, se llamaba “el camino” y los cristianos eran aquellos que tenían otro camino, un camino distinto al común del pueblo).
Continúa el Cardenal Ratzinger:
La fe no es pura teoría, es, ante todo, un camino, o sea, una praxis. Las nuevas convicciones que ofrece tienen un contenido práctico inmediato. La fe incluye la moral y eso quiere decir, no sólo ideales genéricos. (Es decir, no hay una pura teoría, una visión, un pensamiento, incluso convicciones o ideales, sino además, una praxis, un comportamiento).
Pero la fe ofrece mucho más: indicaciones concretas para la vida humana. Precisamente a través de su moral, los cristianos se diferenciaban de los demás en el mundo antiguo: precisamente así su fe resultó visible como algo nuevo, una realidad inconfundible. Un cristianismo que ya no fuera un camino común, sino que sólo anunciara ideales indiferenciados, no sería ya el cristianismo de Jesucristo y de sus discípulos inmediatos… La Iglesia debe mostrar continuamente el camino, debe seguir siempre haciendo visible el contenido moral de la fe. (OR, 15.10.1993)
Son palabras claras y elocuentes. Podríamos parafrasearlas continuando el mismo pensamiento y afirmar: Un “schoenstattianismo” que no fuese un camino común, sino que sólo anunciara ideales genéricos, ya no sería el “schoen- stattianismo” del P. Kentenich. Es decir, si anunciamos y nos entusiasmamos por ideales, pero esos ideales no conforman un camino, es decir, una manera de andar; si no marcan una huella; si no muestran algo distinto, entonces ya no es el “schoenstattianismo” del P. Kentenich.
En este planteamiento ha venido insistiendo el magisterio una y otra vez. Recordemos cómo el Concilio Vaticano II denunciaba ya, en forma muy clara, lo que llama el divorcio entre la fe y la vida diaria:
El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. (GS 43)
Conocemos también el diagnóstico de Pablo VI cuando expresa que “la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo” (EN 20) . Por su parte, Puebla llama específicamente a evangelizar la cultura: