Felipe Martínez Marzoa - Cálculo y ser
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- Libro:Cálculo y ser
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1991
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Cálculo y ser (Aproximación a Leibniz) pretende ser una contribución a la tarea de demostrar que en toda la obra de Leibniz se trata de una sola cosa. Ello ocurre de manera tal que el conseguir apuntar hacia la «sola cosa» en cuestión equivaldría a encontrar en Leibniz a uno de los pensadores esenciales de la gran filosofía, como Kant o Hegel o Aristóteles o Platón.
Felipe Martínez Marzoa
(Aproximación a Leibniz)
ePub r1.0
Titivillus 20.03.17
Felipe Martínez Marzoa, 1991
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
No puede decirse que Leibniz haya sido bien tratado por la historia. Frecuentemente se habla del personaje para destacar cosas como su «espíritu universal», su «curiosidad enciclopédica» que lo relaciona con «todos los campos del saber». Equívoca loa, sobre todo tratándose de un filósofo. La aludida caracterización general se continúa en el hecho de que Leibniz aparezca como un autor del cual se aprovecha esto o aquello en este o aquel campo. La «ingente» obra de Leibniz aparece así como desparramada, sin unidad esencial. «Leibniz matemático», «Leibniz físico», «Leibniz lógico», «Leibniz jurista», «Leibniz metafísico», «Leibniz filósofo». Dentro de ese maremagno cada uno pesca lo que corresponde al terreno que cada uno «trabaja»; cierto estudio sobre Leibniz se ocupa especialmente de la «lógica» o de ésta y de la «metafísica», tal otro de Leibniz y la matemática; los escritos se dividen en «filosóficos», «matemáticos», «físicos», «cosmológicos», quizá los primeros en «metafísicos», «lógicos», etc… Esta manera yuxtapositiva de tomar los «diversos» trabajos de Leibniz lleva a una yuxtaposición también de contenidos y, en particular, de filosofemas; Leibniz aparece a veces, si no como un ecléctico, al menos sí como alguien de quien todo el mundo puede aprovechar algo.
El presente libro se tituló durante algún tiempo simplemente «Aproximación a Leibniz». El autor fue sabiamente advertido de que, más allá de un propósito técnico-erudito, semejante título no decía nada; ¿cómo puede uno «aproximarse» a algo que está disperso por todo el espacio? Sin embargo, la tarea a la que el libro quiere ser una contribución es precisamente la de demostrar que en todo Leibniz se trata de una sola cosa. Esa «sola cosa» es lo que en el título primitivo se designaba con el nombre del pensador (práctica que también seguimos cuando decimos «Kant» o «Platón» o cualquier otro nombre de esa lista), y es a esa «sola cosa» a lo que se trata de «aproximarse».
Quizá en su momento se pueda ilustrar la precedente afirmación diciendo que no hay, por ejemplo, «Leibniz matemático» y «Leibniz filósofo», porque cada hallazgo matemático de Leibniz es, en Leibniz, un paso determinado del proyecto filosófico y tiene el sentido que ese proyecto le da. Aún más inequívoco es el que los escritos de Leibniz considerados como más específicamente «lógicos» sólo tienen sentido en un contexto en el que dejan de ser específicamente «lógicos». Sin embargo, todo esto no se demostraría jamás si lo que se pretendiese demostrar fuesen directamente afirmaciones generales como las que anteceden, las cuales, precisamente por su carácter general y externo, sólo pueden figurar en el prólogo. Se demuestra, en cambio, haciéndolo, esto es, exponiendo y comentando el pensamiento de Leibniz centrado en sí mismo, no a través de ciertas hormas que se le aplicarían desde fuera, y se demuestra sin necesidad de mencionar esas hormas, por la propia eficacia intelectiva de la omisión de las mismas, por la evidencia de que la exposición no deja lugar en el que ellas puedan instalarse. Por eso en este libro se tenía que caminar hacia un tipo de exposición autocentrado y autovertebrado, sin concesiones o con muy pocas (este prólogo es una de ellas).
He dicho que en todo Leibniz se trata de una sola cosa. El título finalmente adoptado, «Cálculo y ser», pretende ciertamente señalar hacia esa «sola cosa», pero sólo puede hacerlo una vez que se ha leído todo el libro y que las palabras (las del título mismo) han adquirido el sentido que a través del libro adquieren. En todo caso, es a la caracterización de la «sola cosa» en cuestión a lo que este libro apunta; a nada más que a eso; será sólo desde eso como quizá pueda posteriormente establecerse si denominaciones como «lógica» y «metafísica» o «física» y «metafísica» o «ciencia» y «filosofía» etc. tienen algún sentido.
Barcelona, Julio de 1990.
Introducción del problema de la reductibilidad a identidad
En alguna ocasión Leibniz llama verdades «primeras» a las del tipo «A es A», «A no es no A», a las que también llama verdades «idénticas», para a continuación decir que esas verdades son «primeras» en el sentido de que todas las «otras» o las «restantes» «se reducen» a esas «primeras» y que se reducen a ellas precisamente ope definitionum seu per resolutionem notionum, «ya sea necesaria o contingente». Otra cuestión es si lo que Leibniz dice de «toda verdad» en ese texto es que toda verdad sea analítica.
Permítasenos, antes de seguir adelante, llamar la atención sobre la gravedad de la tesis que así se atribuiría a Leibniz. No se trataría ya de que peligrase la contingencia y con ella la libertad, etc… Todo esto sería peccata minuta al lado de lo que realmente ocurriría. Pues «juicio analítico», y precisamente «en sentido kantiano», que es lo que se aduce, quiere decir cita el hecho de que la tesis de Leibniz no provocó rechazo entre sus contemporáneos, mientras que sí lo provocaron algunas consecuencias de esa tesis, y apunta que nosotros nos diferenciamos a este respecto de los contemporáneos de Leibniz en que «hemos leído a Kant», debería concluir que, si la tesis en sí misma no provocó entonces particular rechazo, fue precisamente porque ni los contemporáneos de Leibniz ni Leibniz mismo podían entenderla en el sentido de los «juicios analíticos» de Kant.
En contraste con lo que acabamos de decir que ocurriría si todas las «verdades» fuesen «analíticas», Leibniz dice, en el mismo texto al que nos venimos refiriendo, que su citada tesis deja planteados precisamente el problema de cómo es posible la contingencia y el de cómo es posible la libertad. Parece, pues, que la versión que el propio Leibniz expresa de su tesis no se conforma con la interpretación de la misma en el sentido de que todas las «verdades» fuesen «analíticas». Ni en esto ni en otras cosas, como enseguida observaremos.
Veamos ahora qué condiciones habrían de cumplirse para que eso de la reducción a identidad ope definitionum seu per resolutionem notionum pudiese entenderse en el sentido del «juicio analítico», kantiano. Sería preciso, en primer lugar, que la notio sujeto de cada proposición fuese algo del tipo de un conjunto no estructurado de notas, una mera suma de notas, cada una de las cuales notas fuese a su vez una notio en el mismo sentido. La definitio sería la lista, no ordenada, de las notas de primer nivel, y cada una de estas notas tendría a su vez su definitio, etc… Un juicio sería «verdadero» (es decir: analítico, en la interpretación que venimos describiendo) si y sólo si, siendo A el sujeto, A es una entidad del tipo que acabamos de describir y el predicado una de las notas que entran en la definición (en el sentido descrito) de A o una de las notas que entran en la definición de alguna de las notas etc… Esta manera de entender el concepto y el juicio se encontraba ciertamente en el Leibniz que escribió el
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