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© 2015 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
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Título en inglés: Dad Time
© 2014 por Max Lucado
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
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A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Nueva Versión Internacional®NVI® © 1999 por Biblica, Inc.® Usada con permiso. Todos los derechos reservados mundialmente.
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Editora en Jefe: Graciela Lelli
Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
Diseño de la portada: Thinkpen Design
ISBN: 978-0-71800-113-1
ISBN: 978-0-71800-114-8 (eBook)
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Para Jenna, Andrea y Sara. Ustedes nunca pedirán demasiado, ni me llamarán demasiado tarde, ni serán demasiado adultas. Yo siempre seré su papito.
Contents
Tan compasivo es el SEÑOR con los que le temen
como lo es un padre con sus hijos.
Salmos 103.13
M is hijas ya están muy crecidas para esto, pero cuando eran pequeñas, en la cuna y con pañales, yo llegaba a casa, gritaba sus nombres y las veía venir con sus brazos extendidos y chillando de alegría.
Por los siguientes minutos hablábamos del lenguaje del cariño. Rodábamos por el suelo, les acariciaba la barriga, les hacía cosquillas y nos reíamos y jugábamos. Nos alegrábamos con la presencia del otro. No me pedían nada como no fuera: «Juguemos, papá». Yo no les exigía nada, como no fuera: «No le pegues a papá con el martillo».
Mis hijas me dejaban que las quisiera.
—Como Jesús
N uestros hijos primero fueron sus hijos…
Tendemos a olvidarnos de este hecho y consideramos a nuestros hijos como «nuestros», como si tuviéramos la última palabra en cuanto a su salud y su bienestar. No la tenemos. Toda la gente le pertenece a Dios, incluyendo los pequeñitos que se sientan a nuestra mesa. Sabios son los padres que en forma regular le dan los hijos de nuevo a Dios.
—Sin temor
Un padre es aquel que en tu vida provee para ti y te protege.
—Todavía remueve piedras
R ecuerdo algo muy gracioso que me ocurrió cuando me disponía a comenzar el corre y corre del día, y que me obligó a mover la palanca de cambio a neutro. Justo cuando ya me había enrollado las mangas, justo cuando el viejo motor comenzaba a ronronear, justo cuando el vapor comenzaba a salir, Jenna, mi hijita recién nacida, necesitaba que la sacaran de la cuna. Le dolía el estómago. Mamá estaba en el baño, así que era el turno de papá para arrullarla.
Jenna tenía tres semanas de nacida. Al principio, intenté hacer las cosas con una mano y aguantarla con la otra. Te estás sonriendo. Lo has intentado también, ¿cierto? Tan pronto me di cuenta que aquello era imposible, también me di cuenta que no era, para nada, lo que quería hacer.
Me senté y la sostuve con su barriguita apretada contra mi pecho. Ella comenzó a relajarse. Un enorme suspiró escapó de sus pulmones. Sus quejidos se convirtieron en gorjeos. Se fue resbalando en mi pecho hasta que su orejita quedó justo sobre mi corazón. En ese instante, sus brazos se pusieron flácidos y se quedó dormida…
Adiós, agenda. Te veo luego, rutina. Regresen mañana, fechas de entrega… Hola, deleite, te doy la más cordial bienvenida.
Allí estábamos sentados, deleite, mi hija y yo. Bolígrafo en mano, libreta de notas en la espalda de Jenna. Ella nunca recordará este momento y yo nunca lo olvidaré.
—Con razón lo llaman el Salvador
Nunca superamos nuestra necesidad del amor de un padre. Estamos ansiosos de recibirlo.
—Gracia
Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa.
Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud.
Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas.
SALMOS 127.3–5
Si bien es cierto que el ser padres tiene sus problemas y dificultades, ¿acaso existe un privilegio más grande?
—Max
J airo es el líder de la sinagoga. Eso tal vez no signifique mucho para ti y para mí, pero en los días de Cristo el líder de la sinagoga era el hombre más importante de la comunidad. La sinagoga era el centro de la religión, la educación, la dirección y la actividad social. El líder de la sinagoga era el líder religioso mayor, el profesor de mayor rango, el alcalde y el ciudadano de mayor renombre, todo eso en uno.
Jairo lo tiene todo. Seguridad de empleo. Una acogida asegurada en la cafetería. Un plan de jubilación. Golf todos los jueves y un viaje anual pago a la convención nacional.
¿Quién pudiera pedir más? Y sin embargo Jairo quiere más. Necesita pedir más. De hecho cambiaría todo el paquete de beneficios y privilegios por una sola seguridad: que su hija viva.
El Jairo que vemos en esta historia no es el líder cívico de visión clara, túnica negra y bien arreglado. En lugar de eso es un hombre ciego que ruega por un regalo. Cayó a los pies de Jesús «y le rogaba mucho, diciendo: mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá» (Marcos 5.23).
Él no regatea con Jesús. («Hazme un favor y veré que cuiden de ti de por vida».) Él no negocia con Jesús. («Los tipos de Jerusalén están un poco irritados por causa de tus extravagancias. Te propongo algo, arréglame este problema y haré algunas llamadas…».) No presenta excusas. («Por lo general, no estoy tan desesperado, Jesús, pero tengo un pequeño problema».)
Simplemente ruega.
Existen momentos en la vida en los cuales todo lo que tengas para ofrecer no es nada en comparación con lo que necesitas recibir. Jairo se encontraba en una situación semejante. ¿Qué pudiera ofrecer un hombre a cambio de la vida de su hija? De manera que no hay juegos. No hay regateo. No hay mascaradas. La situación es absolutamente simple: Jairo está ciego ante el futuro y Jesús conoce el futuro. Por eso pide su ayuda.
Jesús, que ama un corazón sincero, accede a brindársela.
Y Dios, que sabe lo que significa perder a un hijo, da poder a tu hijo.
—Todavía remueve piedras
Él nunca desestima la oración de un padre. Continúa entregándole tu hijo a Dios y, en el tiempo y la forma indicados, te lo va a devolver.
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