Prólogo.
Un papel en blanco
Un papel en blanco, un lápiz y detrás tan sólo nuestra mente. Justo en ese momento, alguien comienza a trazar letras, palabras y símbolos. La mano se convierte en el vector de la personalidad. Sin lugar a dudas, los principales rasgos de ésta se plasman a través de multitud de expresiones en la vida diaria: la manera de vestir o de peinarse, conducir un automóvil, etc. Esta particularidad de los seres humanos se ha aprovechado en el terreno de la psicología para crear infinidad de «tests» en los que el entrevistado no sólo contesta preguntas, sino que también dibuja o interpreta diversos grabados. De una manera análoga, cuando se escribe, se deja traslucir mediante mecanismos inconscientes un verdadero retrato de cómo es uno, de lo que se esconde detrás de la propia personalidad, hasta el punto de reflejar características que ni los propios autores de esa escritura conocen de sí mismos.
Es evidente que cuando observamos los primeros garabatos que dibujan nuestros hijos sentimos curiosidad. En un estadio tan precoz, los caracteres de un niño se diferencian de los de otro: el tamaño de la letra, su forma, el espacio entre palabras, su colocación en el papel, etc. No es probable que se conozcan las claves para su interpretación, pero seguramente despertarán cierta curiosidad. A medida que uno crece y se desarrolla como persona, también cambia su letra que es, en definitiva, su forma de expresarse. ¿Cómo no ha de sorprenderse cuando revisa antiguos apuntes del colegio, trabajo o universidad y sonríe al ver cómo ha cambiado su letra?
Los rasgos de personalidad que puede identificar quien posea conocimientos de interpretación grafológica son aún más numerosos y, estoy seguro de ello, muchos pertenecen, todavía, a un futuro desarrollo de esta disciplina en nuestra sociedad.
Sólo hay que imaginar, por un momento, el valor terapéutico de conocer los entresijos de un adolescente, en esa etapa tan delicada de la temprana madurez, mucho antes de que se presenten ciertos problemas de adaptación, atención, memoria, etc. O bien la utilidad de ponerse a prueba uno mismo conociendo las habilidades, motivaciones y medios para abonar el terreno saludable de la autosuperación.
Asimismo, en el campo profesional de los estudiosos de la mente humana, observar los cambios emocionales que se plasman en la escritura y que son concomitantes en problemas comunes como la ansiedad, depresión o agresividad, entre muchos otros, debería constituir parte obligatoria de cualquier examen psicológico al realizar un diagnóstico, así como para estudiar la evolución de ciertas enfermedades mentales. De hecho, la grafología debería ser una asignatura obligatoria en toda carrera universitaria relacionada con las ciencias del comportamiento.
Cada vez con mayor frecuencia, desde el mundo del derecho se acude a la grafología para identificar un escrito, validar una firma, incluso realizar un «retrato psicológico» de la persona cuya escritura es objeto de estudio. Dentro de este apartado, no es de menor consideración el estudio de personalidades de asesinos, especialmente de psicópatas, en los que rasgos comunes parecen aflorar por doquier dando una inquietante visión de conjunto que podría servir de indicador a los investigadores.
Incluso para los profanos en la materia, una simple firma suele ser objeto de comentarios sumamente decididos a diseccionar la personalidad de su poseedor. La rúbrica personal también resulta de mucho valor en procesos orientados a la selección de personal. ¿Es una persona ambiciosa o, por el contrario, un ser satisfecho con lo que ha logrado hasta ese momento?
La manera de escribir no sólo va a delatar por su contenido intencionado, sino por la forma en que se describe dicho contenido a través de su vehículo que es la letra manuscrita. Se ofrece así, en la escritura a mano, una verdadera proyección de aquello que cada uno oculta. Una letra viva, que evoluciona con la madurez, que tiembla con el miedo o que pisa firme en los éxitos. Al final de la vida su expresión se vuelve muchas veces temblorosa e infantil y se quiebra como la línea del electrocardiograma de un corazón a punto de ser vencido por el desgaste.
Ojalá se pudieran leer todos los libros de forma manuscrita, adivinar en qué frases o palabras Freud cargaba más la presión de su pluma. La forma en que Lorca dudaba a la hora de escoger un término o, simplemente, valorar la sinceridad de un «te quiero» en una carta de amor.
La letra es también el mensaje oculto en las cartas y notas de las personas queridas, incluso de las que ya no están. Es el placer de conocerse a sí mismo y a los demás, el lenguaje secreto del «yo» más íntimo.
D R . J OSÉ M IGUEL G AONA C ARTOLANO
Médico psiquiatra
Doctor en medicina
Máster en psicología médica
www.neurosalus.com
Introducción
Conócete, acéptate, supérate.
S AN A GUSTÍN DE H IPONA
Para aquellos que jamás han oído mencionar la grafología es posible que este término les sugiera que nos referimos a una técnica adivinatoria o, lo que es lo mismo, a una mancia equiparable a la quiromancia, la cartomancia o la cristalomancia. Tal vez alguien piense que escribiendo unas pocas líneas y trazando una firma sobre un papel, es posible vislumbrar lo que le va a ocurrir a uno en el futuro.
No se trata de menospreciar el valor de estos sistemas, pero conviene aclarar desde un principio que el estudio de la grafología en ningún caso podrá ayudarle a usted a predecir su porvenir ni el de los que le rodean. La grafología, como veremos a lo largo de este libro, está lejos de augurios y vaticinios.
En todo caso, si decide aplicarse a fondo al estudio de las leyes grafológicas, se dará cuenta de que la grafología le será muy útil para conocerse mejor a sí mismo y a los demás. Pero no hay que engañarse pensando que este conocimiento se adquiere de la noche a la mañana. Como otras muchas materias, la grafología requiere un estudio tanto teórico como práctico.
Para dominar la parte teórica, este libro le ofrece toda la información que necesita. La segunda parte dependerá de usted: hay que practicar, y mucho, para llegar a aplicar lo aprendido en la teoría a la letra que alguien le muestre y ser capaz de obtener conclusiones certeras sobre su carácter.
Pero ¿qué es la grafología? Mauricio Xandró, quien además de un magnífico grafólogo fue mi profesor hacia 1990, cuando decidí comenzar a estudiar este tema, define perfectamente en una de sus obras lo que puede llegar a ser la grafología. En