E N PARTICULAR, EL tema de la gracia ha sido el mensaje más importante con el cual el Señor me ha ministrado. Toda mi experiencia cristiana era una lucha antes de aprender sobre la gracia. Enseñarle al creyente lo que es la fe, y no enseñarle sobre la gracia es, en mi opinión, excluir un eslabón importante. A veces me refiero a ella corno “el eslabón perdido” en el caminar por fe.
Gracia es el poder del Espíritu Santo disponible para hacer lo que debe en nuestras vidas; y poder para cambiar lo que .debe ser modificado. Es la capacidad de Dios que nos viene con solo pedirla. La gracia es tan gloriosa que sería sumamente extensa mencionando todas sus maravillosas características.
Oro para que usted lea esta libro varias veces en los próximos años. Nosotros, quienes somos adictos a nuestras propias obras y esfuerzos, generalmente necesitarnos varias aplicaciones del mensaje de la gracia para lograr sanidad a medida que enfrentarnos la vida.
Recuerde: la gracia de Dios es exactamente lo opuesto a las obras de la carne. Vivir por gracia exigirá que cambie su enfoque de casi todas las cosas. No se desanime; eso torna su tiempo.
Recuerde siempre: cuando se siente frustrado es porque ha entrado al campo del esfuerzo personal, así que necesita volver de nuevo a la gracia de Dios. La gracia lo deja a usted fortalecido y calmado. Las obras lo debilitan, agotan su poder, y lo dejan frustrado y airado.
La gracia de Dios se recibe por medio de la fe. La fe no es la moneda que compra las bendiciones de Dios, sino la mano que las recibe.
Solamente oír la palabra gracia me hace saltar. La gracia de Dios hace fácil la tarea que hubiera sido difícil, o hasta imposible. Jesús dijo que su carga es liviana y fácil de llevar. Es el diablo quien desea poner cargas pesadas sobre nuestros hombros; la carga de las obras carnales; la de la Ley y los esfuerzos carnales para guardarla. Pero Jesús ha prometido que si vamos a Él nos dará descanso (Mateo 11:28-30).
No se dé por satisfecho sólo con la gracia suficiente que lo salva de la condenación eterna. No sólo reciba la gracia redentora; reciba gracia... gracia... y más gracia, para que pueda vivir de manera victoriosa y glorificar a Jesús en su vida diaria.
J OYCE MEYER HA enseñado la Palabra de Dios desde 1976, y se ha dedicado al ministerio a tiempo completo desde 1980. Es autora de más de cien exitosos libros inspiradores, incluyendo: Adicción a la aprobación, Mujer segura de sí misma, Cómo oír a Dios y El campo de batalla de la mente. También ha producido miles de estudios en audio, así como una biblioteca de vídeo completa. El programa de radio y televisión Disfrutando la vida diaria, presentado por Joyce, es difundido en todo el mundo; y ella viaja extensamente para impartir conferencias. Joyce y su esposo Dave son padres de cuatro hijos adultos y viven en San Luis, Misuri.
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A L COMENZAR NUESTRO estudio de la gracia de Dios, me gustaría compartir con usted de manera breve la condición en que se encontraba mi vida
cuando por primera vez el Señor empezó a revelarme lo que es realmente su gracia.
En ese tiempo yo tenía muy poca revelación sobre esta materia, pero a medida que la estudiaba el Señor incitó mi espíritu a confiar en una revelación mayor. Mientras lee, lo animo para que pida por fe una revelación más profunda acerca de este don maravilloso llamado gracia.
LA PALABRA CAUSA FRUSTRACIÓN
Cuando Dios comenzó a revelarme lo que es realmente la gracia, supongo que estaba tan frustrada como nadie más podía estarlo. ¿Por qué? Existían muchas razones diferentes para mi frustración, pero una de ellas, quizás la más importante, era la disyuntiva de creer o no la Palabra de Dios.
¿Cómo podía la Palabra causarme frustración? La razón es sencilla. Como le ocurre con frecuencia a los creyentes, yo estaba procurando hacer obrar la Palabra, en lugar de permitir que ella obrara en mí. Lo que me frustraba era la convicción que ella ejercía sobre mí.
Como puede ver, tenía muchos problemas en mi vida, pero en realidad no sabía cuál era la causa. Pensaba que me los causaban los demás. Estaba convencida de que si las otras personas cambiaban y actuaban de manera diferente, yo podría tener tranquilidad y alegría. Entonces, cuando comencé a estudiar la Palabra de Dios, ésta me reveló que había muchas áreas de mi vida que necesitaban ser cambiadas. Cada mensaje que oía, ya fuera en la radio, la televisión, por medio de un casete o en una reunión, parecía convencerme de mi necesidad de ser transformada. El problema era que yo no entendía la diferencia entre convicción y condenación.
A medida que la Palabra me convencía, para lo cual fue diseñada por el Señor, el enemigo utilizaba lo que fue hecho para mi bien, azotándome y condenándome. Miraba la Palabra y veía mi necesidad de ser cambiada, pero no sabía que la gracia obraría ese cambio en mí. No tenía el conocimiento que le permitiría al Espíritu del Señor entrar a mi vida, y confiar en Él para que obrara en mí los cambios necesarios. Pensaba que yo tenía que hacerlo todo.
Trataba de cambiarme a mí misma, y de ser todo lo que la Palabra decía. No sabía cómo rendirme al Señor y confiar en Él. No tenía ningún conocimiento sobre cómo ser cambiada de gloria en gloria (según 2ª de Corintios 3:18, RVR60), y cómo conquistar mis enemigos poco a poco (Deuteronomio 7:22).
Además de procurar cambiarme a mí misma, también trataba de cambiarlo todo, y a los demás. Quise cambiar a mi esposo, a mis hijos, todas mis circunstancias, y todo lo que creía era la raíz y la causa de mis problemas. Lo procuré una y otra vez hasta que sentí que agonizaba de frustración. Pretender cambiar algo que para usted es imposible produce frustración.
Lo que yo hacía era operar bajo la Ley, y la Biblia dice que hacerlo produce frustración y finalmente desánimo y destrucción.
LA LEY Y LA GRACIA
Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
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