50Minutos - Rembrandt

Aunque en la pintura del siglo XVII conviven muchos estilos, no se puede negar que el barroco ocupa un lugar preferente desde 1600 y hasta 1750. Sus orígenes están en Roma y se caracteriza en particular por el perfeccionamiento de las técnicas de la perspectiva que ha codificado dos siglos antes el arquitecto Leon Battista Alberti (1404-1472) en su tratado De la pintura (1435).

No es casualidad que el movimiento barroco haya nacido en la capital del cristianismo: en realidad, sirve para la propaganda que la Iglesia católica difunde en el marco de la Contrarreforma. Así, el arte barroco quiere devolver al catolicismo su prestigio de antaño oponiéndose a la austeridad de los luteranos y de los calvinistas a través de unas obras exuberantes que están en movimiento, recargadas de detalles y repletas de vida. Además, el arte, soporte de devoción, se convierte en un instrumento educativo: el objetivo de las obras de la época es propagar el «verdadero» mensaje de la Biblia o, al menos, el que los católicos han decidido que así sea.

Las 95 tesis de lutero

En 1517, el teólogo alemán Martín Lutero (1483-1546) cuelga encima de la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg 95 tesis que denuncian los abusos de la Iglesia (su opulencia, sus costumbres licenciosas, su comercio de las indulgencias, etc.). Este gesto tiene una repercusión enorme, sobre todo en Alemania y en los Países Bajos, y da a luz a la Reforma protestante, un movimiento religioso que desea volver a los orígenes del cristianismo promoviendo en particular un acceso directo a los textos sagrados (que, a partir de ese momento, se traducirán a la lengua vulgar), del que reafirma la importancia frente a la tradición católica y a los dogmas promulgados por la Iglesia. Como respuesta, la Iglesia católica se entrega a una Contrarreforma, apoyada por el Concilio de Trento (1545-1563), cuyo objetivo es aportar una mayor claridad a ciertos puntos de la doctrina cristiana y limitar los excesos de una Iglesia que se ha alejado demasiado de los preceptos de las Sagradas Escrituras.

Durante todo el siglo XVII, el estilo barroco se opone al clasicismo, una corriente artística que se inspira directamente del Renacimiento y de sus modelos griegos y romanos. El clasicismo intenta contrarrestar los excesos del barroco y del manierismo (que se erige como una prolongación del barroco), proponiendo una pintura académica que quiere representar la realidad con precisión, a la vez que idealiza a los personajes, inspirados en la Antigüedad grecorromana. Alcanza un gran éxito en Francia en los siglos XVII y XVIII, sobre todo a través del trabajo de Nicolas Poussin (1594-1655).

Los historiadores consideran el siglo XVII como el siglo de oro ( De Golden o Gouden Eeuw en neerlandés) de la República de los Siete Países Bajos Unidos (los Países Bajos septentrionales, el predecesor de los actuales Países Bajos, en oposición a los Países Bajos del sur, que se corresponden con los actuales Bélgica, Luxemburgo y norte de Francia).

Mientras en el resto de Europa se vive una fase de estancamiento en esta época, los Países Bajos septentrionales están en pleno auge económico y cultural. En efecto, la República de las Provincias Unidas se encuentra a la cabeza de un poderoso imperio comercial, favorecido por una flota mercantil importante y eficaz, que constantemente establece intercambios con sus numerosas colonias. Las materias primas, que se traen de las colonias por vía marítima, contribuyen al desarrollo de las industrias de transformación implantadas en los canales de las distintas provincias y, a continuación, la producción se exporta al extranjero, también por barco. Sin lugar a dudas, la industria holandesa más famosa es la de los paños de Leiden, famosos por su suavidad. Este desarrollo industrial tiene un efecto llamada para empresarios y obreros que vienen de toda Europa.

Pero también se produce una gran afluencia de gente hacia esta región por su reputación de tolerante. En efecto, frente a una Europa cristiana en la que la presión religiosa llega a ser particularmente insistente, las Provincias Unidas han instaurado la libertad de culto. En estas tierras se encuentran hugonotes (protestantes franceses), judíos (entre otros, el filósofo Baruch Spinoza, 1632-1677) y muchos otros refugiados que vienen desde España y Portugal. Este flujo favorece el mestizaje cultural y el intercambio de conocimientos. Además, muchos escritores y eruditos se establecen en el país para poder enseñar y publicar sus escritos sin temor a represalias. Así, los Países Bajos septentrionales no solo son la mayor potencia económica mundial, sino también un centro intelectual y cultural importante en el panorama europeo.

La revuelta de los Países Bajos

De 1568 a 1648, la guerra de los Ochenta Años, también llamada la Guerra de Flandes, enfrenta la monarquía española a un territorio que engloba a los actuales Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y el norte de Francia. A partir de 1581, las siete provincias del norte (los actuales Países Bajos) proclaman su independencia y forman la República de los Siete Países Bajos Unidos (que España reconocerá en 1648), mientras que las provincias del sur se mantienen bajo la autoridad de la monarquía española.