Campos de muerte. Geografía del mal no pretende ser un inventario de la crueldad, sino un fogonazo de la profunda vileza que caracteriza a nuestra especie. En sus páginas se desentraña la implacable evidencia de la sangre y las lágrimas derramadas por millones de deportados, víctimas del hambre, el agotamiento, las enfermedades o, simplemente, el asesinato. Campos de exterminio, torturas, experimentos médicos aberrantes, mano de obra esclava, inhumanas condiciones de vida. Crímenes como los del Holocausto, los cometidos por el régimen estalinista o los del Jémer Rojo, junto con las masacres y violaciones en la antigua Yugoslavia —entre otras barbaridades— constituyen monumentos a la infamia universal. Quienes piensen que la maldad del ser humano ha pasado a segundo plano encontrarán analogías que los dejarán sin aliento, y les entrará la duda de si cualquiera de estos horrores pueden volver a repetirse algún día. Estas elocuentes páginas de espanto y muerte ponen punto final a la trilogía que Miguel del Rey y Carlos Canales han dedicado al violento siglo XX, marcado por la tragedia de dos guerras mundiales.
Carlos Canales & Miguel del Rey
Campos de muerte
Geografía del mal
ePub r1.0
NoTanMalo 03.04.17
Título original: Campos de muerte
Carlos Canales & Miguel del Rey, 2016
Editor digital: NoTanMalo
ePub base r1.2
Advertencia: El contenido y las imágenes de este libro son explícitos.
Notas
[1] Sobre la situación de la esclavitud en Cuba ver nuestro libro Esclavos. EDAF, 2014.
[2] 18 de enero de 1898. Fitzhugh Lee —cónsul general de Estados Unidos en Cuba— a William Rufus Day —secretario de estado—. Departamento de Estado, La Habana. National Archives.
[3] En 1895, Winston Churchill, recaló con un compañero de aventuras, Reginald Barnes, ambos con el grado de alférez y miembros del 4.º regimiento de húsares, en la Guerra de Cuba. Con un permiso de tres meses, tras graduarse en la Academia de Oficiales de Sandhurst, llegaron a la isla en calidad de agregados militares y observadores británicos y quedaron encuadrados en la columna del general Álvaro Suárez Valdés. Churchill, que acordó con el periódico londinense Daily Graphic enviar una serie de crónicas, con las que inició su labor como corresponsal de guerra, escribió unos relatos sobre la concentración muy diferentes de los estadounidenses.
[4] En un momento de la guerra, los británicos llegaron a desplegar unos 450 000 soldados, entre unidades de la metrópoli y reclutas de las colonias, para combatir con no más de 80 000 bóeres.
[5] Entre enero de 1901 y el final de la guerra, se construyeron cerca de 8000 en una malla de unos 6000 kilómetros. Junto al resto de gastos le supuso al gobierno británico un coste de 191 millones de libras, una fortuna para los estándares de 1901.
[6] Art. 46. De la autoridad militar sobre el territorio del estado enemigo: El honor y los derechos de la familia, la vida de los individuos y la propiedad privada, así como las creencias religiosas y el ejercicio de los cultos deberán ser respetados. La propiedad privada no podrá ser confiscada.
[7] Los bóeres eran principalmente ancianos, mujeres y niños, ya que de los aproximadamente 28 000 prisioneros de guerra, 25 630 habían sido enviados a campos en el extranjero —a Ceilán, por ejemplo—. Los africanos negros no eran considerados ni siquiera enemigos de los británicos, simplemente mano de obra.
[8] A veces se habla de 47. No se tiene en cuenta que los 16 primeros, anteriores a septiembre y que apenas duraron unos meses, eran de refugiados. En ellos convivían los boéres pobres con agricultores británicos.
[9] Estudios bóeres posteriores estimaron que la población blanca de Sudáfrica habría sido tres veces mayor con el tiempo sin tantas bajas civiles durante la guerra.
[10] Ver nuestro libro Las garras del águila. El segundo Reich. EDAF, 2011.
[11] La población del África Occidental alemana en 1904 era de 200 000 habitantes. 2500 eran alemanes, 2300 ciudadanos de diversos países de Europa y el resto herero, nama y bosquimanos.
[12] Se montaron cuatro campos: Swakopmund, Windhoek, Okahandja y Luderitz.
[13] Algunos estudios contemporáneos anglosajones, que pretenden justificar sucesos actuales similares, hacen referencia a que el asesinato de los hereros y namas se produjo para obtener diamantes. Es imposible que ese fuera el motivo, puesto que no se descubrieron hasta bien entrado 1908.
[14] Las tasas de mortalidad producidas de 1906 a 1908 en los campos de concentración de Namibia se calculan entre el 69 y el 74%.
[15] El Etappen-kommando se encargaba de los suministros, alojamiento y comunicaciones del ejército imperial alemán.
[16] En toda la Guerra Herero, de 1904 a 1907, murieron entre 24 000 y 65 000 hereros —del 50 al 70% de la población— y 10 000 namas —el 50% de la población—. Por el lado alemán murieron 671 hombres, 4 mujeres y solo 1 niño.
[17] El suceso más grave se produjo el 23 de octubre de 1911, las tropas italianas fueron atacadas en Sciara Sciat por unos 10 000 efectivos turcos y árabes, mientras marchaban por el oasis de Mechiya. Dos compañías fueron capturadas en un cementerio próximo y murieron más de 500 bersaglieri. Sus cadáveres aparecieron clavados en los árboles con los ojos y los genitales mutilados, al parecer en represalia por delitos sexuales contra las mujeres locales. Al día siguiente, los italianos respondieron atacando a la población del oasis de Mechiya. Durante tres días mataron a miles de personas, entre ellas mujeres y niños.
[18] En 1934, ambos territorios y Fezzan quedarían unidos bajo la denominación de colonia italiana de Libia.
[19] Los senussi eran una orden religiosa musulmana fundada en 1833 por iniciativa de Ali al Senussi que proponía la renovación del Islam y la liberación de los países árabes de cualquier influencia europea. Desde su creación habían extendido gradualmente su influencia sobre Egipto, Cirenaica y la zona occidental del Sahara oriental.
[20] Los senussi se organizaban en zavias, centros de poder políticos y religiosos que regulaban las necesidades administrativas y judiciales de su vida seminómada. Eran 49, distribuidas de la forma siguiente: 3 en el área de Bengasi, 2 en El Abiar, 2 en Soluch, 8 en Barce, 6 en Ajdabiya, 7 en Cirene, 11 en Derna, 4 en Tobruk, 5 en Kufra y 1 en Giarabub. Esa fue la única que no se expropió, pues su ubicación estaba reconocida como lugar santo por muchos musulmanes que no formaban parte de los senussi.
[21] Uno de los pocos funcionarios que trataron de contener la furia destructiva de Graziani fue el comisionado Giuseppe Daodiace, que acabó repatriado por el general. «Lo que yo no aprobaba de ellos —escribió al ministro del África italiana Giuseppe Brusasca, el 7 de enero de 1951—, y protesté muchas veces de viva voz y por escrito, era el hecho de que no se hicieran prisioneros durante los enfrentamientos entre las tropas y los rebeldes, y se disparase incluso a las mujeres y los niños. Un grupo de beduinos del que se había ordenado el fusilamiento de 36 mujeres y niños en un campo, se presentó ante mí en señal de protesta, haciéndome saber que, si hubieran sabido lo que iba a ocurrir, habrían preferido morir en el desierto».
[22] Por ejemplo la 1.ª y 2.ª divisiones libias, con 6 batallones de infantería cada una, o la agrupación Maletti, con otros 5 batallones también de infantería. Todos formaban parte del Grupo Divisionario de Libia, a las órdenes del general Sebastiano Gallina.