Este libro se dedica a cinco personas en España, como expresión de lo que fueron multitud de víctimas de la pandemia del coronavirus en todo el mundo.
Quedó en el camino Rafael Ceballos, un ingeniero de montes formidable, que sabía interpretar cualquier clase de bosque. Y que cuidaba como nadie el arboreto de su creación, en el Monte Abantos, en plena Sierra de Guadarrama.
A la memoria viene, igualmente, Carlos Falcó, marqués de Griñón, ingeniero agrónomo, que dedicó lo mejor de su vida a mejorar nuestros viñedos, con sus vinos de pago en pos de la excelencia.
Alfonso Cortina, ingeniero industrial y gran empresario, puso a Repsol en la órbita mundial con la adquisición de la YPF argentina. Y en la mitad del camino de su vida , como decía el Dante, creó en los montes Oretanos la más avanzada bodega de España, el Pago de Vallegarcía, con la más exquisita uva blanca Viognier.
Lucía Bosé, desde su museo señorial de Turégano (Segovia), intentó reconstruir el mundo de los ángeles. Tras una vida en que conoció los campos de España como nadie; de la mano del «Torero», como decía ella, Luis Miguel Dominguín, el diestro más inteligente del «planeta de los toros».
Enrique Múgica, compañero de juventud, uno de los impulsores de la rebelión estudiantil de 1956. En la que propusimos la reconciliación nacional y la democracia, en un manifiesto dirigido al propio Gobierno de la nación. En el que entonces mandaba Franco, con las consecuencias esperables…
Que el recuerdo de los cinco amigos que se llevó el virus, forme una luminaria en la que muchos puedan seguir inspirándose.
P ROEMIO DEL AUTOR
S e dice con frecuencia, y es una verdad que podría elevarse a sentencia solemne, que se sabe bien cuándo y cómo se empieza un libro, pero que no es posible determinar cuál será su final: habrá cambiado tanto que seguramente será irreconocible su primer diseño. Supongamos lo mejor: en una senda de perfeccionamiento.
Eso me ha sucedido, una vez más, con este trabajo, cuyo título, me lo han dicho algunos historiadores, es ambicioso, y creo que están en lo cierto. Por una vez, uno se permite sensacionalizar su producto, dicho sea en tiempos de imperiofobia y radicalismo pseudoindigenista, que tiene más de racismo encubierto que otra cosa. Aparte de con leyenda negra, o sin ella, está muy extendida la hispanofobia, en la idea de que España protagonizó violencia, atraso y decadencia… Una tesis a rechazar, apreciando, en cambio, la historia verdadera, casi increíble, precisamente el subtítulo de esta obra.
También está claro que en cualquier trabajo llega un momento en que hemos de parar. Se van incorporando relatos y reflexión. Hasta que un día las propias páginas ya escritas le «sacan a uno tarjeta roja» y no puede incorporarse más texto: no pretenda usted contarlo todo ni presionar al lector con más argumentos.
* * *
El origen de cualquier libro también puede ser interesante para el lector, que así podrá saber un poco de las meditaciones y dudas del autor a la hora de concebir su emprendimiento; yendo más allá de la gestación, a la selección sucesiva de las piezas incorporadas.
En ese sentido, con algunos elementos de este trabajo he convivido desde hace muchos años, pues la inspiración originaria del presente escrito hay que buscarlo en las clases de madame Martínez, francesa, esposa de un español de quien adoptó su apellido, profesora del Liceo Francés de Madrid en los años cuarenta del siglo XX . Una mujer más que notable que nos dio una materia bien concreta del plan de estudios de entonces, del bachillerato, que hoy sería impensable: Historia del Imperio español.
La señora Martínez era pulcra y más que precisa como enseñante de la Historia. No se atenía a ningún propósito ideologizante y, paso a paso, a lo largo de todo un curso de nueve meses, y con un texto de base que lamentablemente he perdido, nos explicó cómo se había ocupado una buena parte de la «mitad del mundo» por los españoles; de conformidad con el Tratado de Tordesillas de 1494.
Aquellas clases me abrieron los ojos a tantas proezas como naufragios, expediciones asombrosas, sufrimientos y conquistas. Y el hilo de esos recuerdos, evocaciones, realidades, recrecidas ulteriormente por la lectura, me llevó a varios trabajos míos —yo economista—, en el campo de la Historia: La República. La era de Franco, volumen VII de la serie que dirigió Miguel Artola para Alianza Editorial; Una idea de España, una visión global para mis alumnos de la Sorbona de París; seguida, mucho después, de Hernán Cortés, gigante de la Historia, un ensayo a los quinientos años de la llegada de los españoles a Tenochtitlán. Y ahora, La mitad del mundo que fue de España .
Por lo demás, la configuración definitiva de las presentes páginas comenzó en el verano de un curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) sobre «La primera circunnavegación», que organicé como director (teniendo de secretarios a Felipe Debasa Navalpotro y Jerónimo Escalera), con la ayuda, también, de varias instituciones, señaladamente la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (representada por Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón), la naviera Aznar (con Alejandro, su presidente) y la aportación de Acción Cultural Española, en las personas de Santiago Herrero y Pablo Álvarez Eulate.
Aquel curso, con una inscripción que superó todos los registros de inscripción en el cálido mes de agosto en la UIMP, sirvió para ir dando forma a una de las partes del libro: el relato de la expedición Magallanes, con la primera circunnavegación de Elcano, para luego abrirse la obra a toda una serie de capítulos hasta completar La mitad del mundo que fue de España.
* * *
«El más largo viaje» de Magallanes-Elcano fue importante por dar la vuelta al mundo, un hecho formidable. Y sirvió también para establecer el mapa del gran Imperio oceánico auspiciado en Tordesillas en 1494: las Américas, la inmensidad del océano Pacífico y la orilla asiática del mismo. Un área que con el tiempo se fue concretando, primero en las Molucas, después en Filipinas y por poco tiempo en la isla de Formosa, hoy Taiwán. Con la ensoñación de que China, en su inmensidad, sería tierra de conquista o, más pensadamente, de establecimiento de un imperio mundial protagonizado por España y el gran país asiático, en los dos extremos del mundo: un acuerdo universal soñado por Felipe II que no llegó a sustanciarse.