Traducción del inglés por Javier Calvo, Claudia Conde e Íñigo F. Lomana
PRÓLOGO
Cuando el orden mundial se desmorona, la gente empieza a pensar.
U LRICH B ECK , 2011
La idea que dio lugar a este libro se gestó a finales del otoño de 2015, después de que el 13 de noviembre una serie de atentados sacudiera París y cuando en Europa el debate sobre la llegada de cientos de miles de refugiados era cada vez más encendido. El tratamiento político, mediático y discursivo que se dio a estos acontecimientos hizo que pareciera que de pronto el mundo perdía terreno en cuestiones que se habían conseguido a base de un duro esfuerzo y que se consideraban seguras.
Con el terrorismo y la emigración guarda relación directa el hecho de que en el mundo cada vez son más los lugares donde ya no existe un Estado. En el año 2015, los tres países de origen de la mayoría de quienes solicitaron asilo en la UE —Siria, Afganistán e Iraq— Si durante siglos los territorios sin explorar en los mapas se fueron reduciendo cada vez más, ahora todo apunta a que avanzamos en sentido contrario: en la era de Google Maps aumentan las zonas de las que sabemos muy poco y que los antiguos cartógrafos habrían señalado con la locución latina: Hic sunt leones («Aquí hay leones»).
Muchas reacciones políticas a los atentados terroristas y los movimientos migratorios encajaban además en un patrón que se podía denominar securitización y política simbólica postdemocrática : se pidió que se levantaran vallas, incluso que se diera la orden de disparar en las fronteras; el presidente francés declaró el estado de excepción y consideró que el país estaba en guerra. Incapaces de combatir las causas globales de desafíos como la emigración, el terrorismo o las crecientes desigualdades con medios nacionales o abordarlas con estrategias a largo plazo, cada vez son más los políticos que apuestan por la Ley y el Orden internamente y prometen devolver la grandeza al país en cuestión. En su calidad de trabajadores, conciudadanos, alumnos o usuarios de las infraestructuras públicas, en la era de la austeridad, según parece, no se puede ofrecer más a los ciudadanos. De manera que el centro de gravedad se desplaza de las relaciones políticas a la nacionalidad, a la promesa de seguridad y al restablecimiento del esplendor de tiempos pasados.
Se podría ampliar la lista de síntomas de este retroceso casi a voluntad: al deseo de una desglobalización anárquica, unilateral o a la aparición del movimiento identitario, por ejemplo, en Francia, Italia y Austria, a la creciente xenofobia e islamofobia, a una oleada de los denominados delitos de odio y, naturalmente, al auge de demagogos autoritarios como Rodrigo Duterte, Recep Tayyip Erdoğan o Narendra Modi.
Ya a finales del otoño de 2015, todo esto se vio acompañado de una histerización y un embrutecimiento del discurso público, así como de un cierto gregarismo por parte de los medios de comunicación establecidos. Al parecer ya no se podía hablar más de refugiados y emigrantes sin utilizar términos como catástrofes naturales y epidemias , pertenecientes a un campo semántico muy distinto. En lugar de hacer un llamamiento a la calma y el pragmatismo o dotar de un contexto histórico a los acontecimientos y, con ello, relativizarlos un tanto, el riesgo de terrorismo y la emigración se abstrajeron y se convirtieron en el mayor desafío de Occidente desde la Segunda Guerra Mundial. Y tanto en manifestaciones como en internet empezaron a circular de pronto nociones como el escepticismo contra el establishment y las fake news .
Síntomas como éstos se abordarán en el presente libro bajo el título El gran retroceso . Más allá de una confianza cándida en el progreso, la intención es poner de manifiesto que en los más diversos ámbitos el efecto trinquete parece no tener validez y estamos siendo testigos de un retroceso en un determinado nivel de civilización. Sin embargo, al mismo tiempo, este título tiene por objeto designar otro fenómeno enigmático: el hecho de que el debate sobre las repercusiones de la globalización en ocasiones ha sufrido un retroceso con respecto al punto al que llegó hace casi veinte años. Justo después de que Donald Trump se alzara con la victoria nos vinieron a la memoria dos advertencias que resultan proféticas vistas desde la actualidad: la frase de Ralf Dahrendorf de que el siglo XXI podía ser el «siglo del autoritarismo». Y el libro de Richard Rorty Forjar nuestro país: el pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos del siglo xx , en el que problematiza las repercusiones de la globalización (y el papel de la «izquierda cultural») y enumera toda una serie de posibles retrocesos: el auge de demagogos vulgares y corrientes, un aumento de las desigualdades sociales y económicas, el comienzo de un mundo orwelliano, la protesta de quienes se han quedado al margen, una vuelta del sadismo, del resentimiento y de comentarios despectivos sobre mujeres e integrantes de minorías.
La antología que recoge el análisis de Dahrendorf anteriormente mencionado se publicó en 1998, es decir, cuando se vivía el punto culminante de la primera oleada de pensamiento sobre la globalización. Si se hojean libros de esos años, uno se topa con más frases que se pueden leer como comentarios de acontecimientos que han sucedido en el año 2016. Wilhelm Heitmeyer llamaba la atención sobre un «capitalismo autoritario», una «política represiva estatal» y un «populismo de derecha furioso».
A este respecto, muchas de las opiniones se basan en algo parecido a la mecánica de Polanyi de una segunda gran transformación. En su clásico La gran transformación: crítica del liberalismo económico , publicado en 1944, el científico social y economista austrohúngaro Karl Polanyi analiza cómo en el siglo XIX la sociedad industrial capitalista puso fin a relaciones menores, feudales, marcadamente agrícolas, integradas desde el punto de vista político, cultural e institucional, lo cual desencadenó toda una serie de efectos secundarios y reacciones, hasta que la economía volvió a integrarse en el ámbito de los Estados del bienestar nacionales. Este desarrollo, cuyo alcance es tanto geográfico como social, se repite ahora que el capitalismo ha rebasado las fronteras de las naciones, una vez más desencadenando multitud de efectos secundarios y reacciones. No hay más que pensar en la aparición del movimiento Attac, en 1998; la manifestación conocida como la Batalla de Seattle, en 1999, y el primer Foro Social Mundial, celebrado en Porto Alegre en 2001, si hablamos de la izquierda o los primeros éxitos de populistas críticos con la globalización; y si hablamos de la derecha, en la sorprendente victoria de Pat Buchanan en las primarias republicanas de 1996 (a la que hacían referencia Rorty y Rodrik) o el éxito del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), de Jörg Haider, que en las elecciones parlamentarias austriacas de 1998 fue el segundo candidato más votado.