En el siglo XVII, Massachusetts es una colonia próspera y un refugio para los puritanos que huyen de las persecuciones de las que son objeto en Inglaterra. Los colonos ingleses fundan florecientes ciudades como Salem, no lejos de Boston. Sin embargo, son hostigados sin cesar por los franceses y los indios, y estos conflictos constantes hacen brotar un clima de ansiedad. Tanto es así que, en enero de 1692, unas simples crisis de histeria provocan en la población de Salem Village una psicosis sin precedentes. Varias niñas presentan unos extraños síntomas: la hija y la sobrina del reverendo Parris parecen estar poseídas por demonios. Al ser interrogadas, las niñas revelan el nombre de varias brujas. Una de ellas, la criada de las dos niñas, pronto confiesa a los magistrados y admite haber hecho un pacto con el diablo, quien le obliga desde entonces a atormentar a sus jóvenes amas. Afirma, además, que existen muchas otras brujas. Los habitantes están atemorizados y piensan que Satán busca destruir la nueva tierra de los puritanos. Los magistrados se muestran implacables ante la brujería y encarcelan a más de 150 acusados, de los que 19 serán ahorcados.
Aunque se trata de un hecho limitado, este asunto pronto queda registrado en el imaginario colectivo y, aún hoy, tres siglos después, sigue marcando las mentes de la gente.
Contexto
Las brujas, ayudantes de Satán
Desde siempre, las brujas han ocupado un importante lugar en el imaginario colectivo. Pese a ser a menudo descritas como inofensivas, con capacidades curativas, e incluso como marginales, han sido perseguidas desde la noche de los tiempos. En el Antiguo Testamento, las prácticas de brujería se consideran como abominaciones, y aquellos que las practiquen «será(n) condenado(s) a muerte [...]» (Levítico 20: 27), pero la figura de Satán está poco presente. El Nuevo Testamento mantiene el mismo código de conducta y también condena la práctica de la magia.
La imagen del diablo como antítesis de Dios y príncipe de las tinieblas se debe a los cristianos. El Maligno perturba a los débiles, corrompe su alma y encarna una amenaza material contra el ámbito espiritual. Cuando la fe del cristiano se debilita, Satán puede, con su malicia, alejarle del camino recto para conducirle al infierno. No obstante, en los primeros siglos de la Edad Media, la Iglesia se atiene a las consideraciones teóricas y rechaza los testimonios de brujería como peroratas de ancianas.
Pero el trágico episodio de la peste negra (1346-1352) que diezma Europa, en el que mueren cerca de 25 millones de personas, socava las certezas y creencias existentes. Pese a que la enfermedad es un fenómeno general, la Inquisición inventa el satanismo como un culto organizado y hostil a Dios. La Iglesia mezcla alegremente nociones de brujería y de herejía, lo que le permite juzgar cualquier incumplimiento de la fe como una perversión del Maligno. Para los inquisidores, la brujería concierne sobre todo a las mujeres: se les considera más débiles y susceptibles a la sugestión y a las pasiones, por lo que son víctimas que entregan su alma al diablo con más facilidad. De forma paralela, los teólogos generan una abundante literatura demonológica; una de las obras más célebres es el Malleus Maleficarum («Martillo de las Brujas») publicado en 1487, en la que se detalla toda la información necesaria para detectar y eliminar brujas.
Contra la herejía
La Inquisición es un tribunal eclesiástico encargado de perseguir las herejías contra la fe católica. Se crea en el siglo XII y se institucionaliza por completo con el IV Concilio de Letrán (1215), en el que se detallan los procedimientos a seguir. Las penas van desde unos rezos hasta la condena a muerte, según la gravedad de la falta cometida y las pruebas de culpabilidad. Aunque es cierto que la Inquisición recurre de forma habitual a la tortura, su reputación es exagerada por los opositores a la Iglesia católica romana. Los inquisidores son mucho menos violentos de lo que cuentan las leyendas y mucho más clementes con las brujas que los tribunales civiles de los siglos XVI y XVII.
En el imaginario colectivo, las brujas se reúnen en el bosque para participar en aquelarres. Estos son escenario de grandes orgías y monstruosidades de todo tipo: las brujas utilizarían trozos desgarrados de carne para preparar brebajes maléficos, fornicarían con Satán para engendrar ralea demoníaca y serían capaces de echar maldiciones con una sola mirada. Los demonólogos recomiendan una represión violenta para hacer frente a este enemigo. Miles de mujeres, coaccionadas bajo tortura y para poner fin a su suplicio, terminan por confesar lo que sus torturadores sugieren.
A finales del siglo XVII, disminuyen en Europa los juicios por brujería y las hogueras se apagan por completo a lo largo del siguiente siglo, el de las Luces, bajo el estímulo de la Ilustración. En América, sin embargo, los colonos europeos se enfrentan a un nuevo mundo, misterioso y hostil, que hace resurgir miedos ancestrales.
América, tierra de herejías
A finales del siglo XVI, Inglaterra parte a la conquista del mundo y coloniza nuevos territorios. Para ello se apoya en una poderosa flota, la Navy Royal (que en 1660 se convierte en la Royal Navy), que afianza su superioridad durante el siglo XVII.
Durante el reinado de Jacobo I (1566-1625), rey de Inglaterra desde 1603, los británicos inician la conquista de América con el objetivo de estimular su economía mediante el desarrollo demográfico. Así, aumentar la población se convierte en una prioridad y los ingleses fundan trece colonias a lo largo de la costa oriental.
Aunque las cifras de población siguen siendo bastante imprecisas debido a la ausencia de censos, se sabe que, entre las colonias inglesas, Massachusetts vive una expansión demográfica especialmente importante. Mientras que en 1630 está formada por apenas medio millar de colonos, a finales del siglo XVII la población sobrepasa las 50 000 almas. Las ciudades de Boston y Salem, especialmente prósperas, atraen a muchas familias emigrantes.
En Nueva Inglaterra, se pone el acento en la evangelización de los indígenas. Así lo demuestra la carta de derechos de la Compañía de la Bahía de Massachusetts: «El objetivo principal de la implantación [es] ganarse e incitar a los naturales del país al conocimiento y la obediencia del único Dios verdadero y salvador de la humanidad, y de la fe cristiana» (Bernand y Gruzinski 1993, t. 2: 611).
En un primer momento, la mayoría de los amerindios brindan una acogida favorable a los colonos y los puritanos se inician en la cultura de los productos locales; algunos de ellos están tan fascinados por los indígenas que terminan por renunciar a las leyes y renegar de Dios.