El título general del libro se justifica por el hecho de que los tres ensayos incluidos en él giran en torno a la problemática del papel que juega en la teoría y la práctica revolucionaria todo eso que en el propio libro se llama a veces «el plano de las ideas y de las formas». Evidentemente, no debe entenderse el título en el sentido de que exista algo así como una «ideología» propia de la revolución o «revolucionaria», concepto cuyo total rechazo (en los precisos términos en que creo debe hacerse) es uno de los motivos centrales del libro.
Felipe Martínez Marzoa
Revolución e ideología
Título original: Revolución e ideología
Felipe Martínez Marzoa, 1979
Prólogo
Buena parte del contenido de este volumen, concretamente el primer ensayo y lo central del segundo, apareció ya en un libro publicado en lengua gallega con el título Ensaios marxistas que publiqué hace algunos años.
Los dos primeros ensayos de este libro fueron escritos entre abril y julio de 1977. El tercero lo fue por los mismos meses de 1978.
El título general del libro se justifica por el hecho de que los tres ensayos incluidos en él giran en torno a la problemática del papel que juega en la teoría y la práctica revolucionaria todo eso que en el propio libro se llama a veces «el plano de las ideas y de las formas». Evidentemente, no debe entenderse el título en el sentido de que exista algo así como una «ideología» propia de la revolución o «revolucionaria», concepto cuyo total rechazo (en los precisos términos en que creo debe hacerse) es uno de los motivos centrales del libro.
Vigo, noviembre de 1978
Sobre el capítulo primero de «El capital»
Los tres comienzos marxianos del análisis de la «mercancía» (Zur Kritik der politischen Oekonomie, Das Kapital [1.a edición] y Das Kapital [2.a edición]) se producen con la misma frase:
«La riqueza de las sociedades en las que impera el modo capitalista de producción aparece como una enorme reunión de mercancías, la mercancía singular como su forma elemental».
Resulta notable, en primer lugar, que Marx no sólo emplee ocasionalmente, sino que acuñe y repita una frase de la que es sujeto un término absolutamente no definido, el término «riqueza». Ello autoriza a que no nos contentemos con la comprensión vaga, instintiva y «popular» de ese término. O, mejor, podemos tomar esa comprensión como punto de partida, pero sólo de partida.
La «riqueza» es aquello que «se tiene» en cuanto que uno es «rico». Y «rico» es aquel que «tiene». La «riqueza» es, pues, lo que «se tiene», lo que «hay». Y «lo que hay» es «lo que es», o sea: lo ente.
El conocedor de manuales de economía marxista se apresurará a objetarnos que no es así, porque la mercancía, para Marx, es producto del trabajo humano, y no todo ente (por ejemplo: no el aire que respiramos, como el propio Marx dirá) es producto de trabajo humano. Pero no adelantemos los acontecimientos. Marx no hace entrar eso de «producto de trabajo» en una definición previa de «mercancía». Solamente dice que mercancías son aquello de lo que está constituida «la riqueza de las sociedades en las que impera el modo capitalista de producción». Lo de «producto de trabajo humano» vendrá unas páginas más adelante, dentro del análisis, y ya veremos cómo y por qué. De momento se trata de «la riqueza», o sea: de «lo que hay».
En griego clásico, «riqueza» en este mismo sentido (por ejemplo: los bienes, la fortuna) se dice ousía. Y, en la literatura griega filosófica, así como en alguna que no es filosófica, esta palabra designa el «ser». En Aristóteles, ousía es aquello con lo que se responde a la pregunta «¿qué es?». A esta pregunta podemos responder con «esto (por ejemplo: esta casa, este caballo) es» o con «es tal cosa (por ejemplo: casa, caballo)»; a lo primero llama Aristóteles «ousía primera»; a lo segundo «ousía segunda».
Con esto, quizá algún tipo de lectores considere que ya estoy metiendo a Marx en ese mundo nebuloso de la ontología, que ellos ni entienden ni desean entender. En efecto, estoy tratando de comprender a Marx dentro de la historia de la filosofía, a la que pertenece de una manera ciertamente especial, pero, por eso mismo, esencial.
Por otra parte, esos mismos lectores u otros pueden pensar de inmediato que el «doble» (que no es tal) sentido de ousía, así como nuestra interpretación de «riqueza», podrían significar que lo ente en cuanto tal es entendido en relación con posesión, propiedad, etc. Sin embargo, eso sería estropearlo todo con una interpretación precipitada. Esa «posesión» y «propiedad» no tiene ningún sentido previo del que se pueda echar mano; el sentido que haya de tener sólo se determinará según qué signifique el «tener», «haber» y «ser», «lo que se tiene», «lo que hay», «la riqueza», «lo ente».
En otras palabras: Marx se propone, en el comienzo de su obra filosófica fundamental, la cuestión de una ontología, pero ésta es de un carácter determinado, porque Marx habla de la riqueza «de las sociedades en las que impera el modo capitalista de producción». Detengámonos un poco en esto.
Es bien sabido que Marx considera una «sociedad» como el «todo estructural» de ciertas «relaciones de producción», de manera que «sólo dentro de ese todo… puede… cada “cosa” ser en general algo que la tarea filosófica de Marx es el análisis del modo en que las cosas son en el ámbito de la «sociedad moderna»; en otras palabras: que Marx no pretende exponer «leyes» del desarrollo de «sociedades» en general (ni cree que tal pretensión pudiese tener sentido), sino poner de manifiesto «la ley económica de movimiento de la sociedad moderna»; lo cual no constituye propiamente una limitación, dentro de la historia, del objeto de investigación, porque no hay «la historia» suprahistóricamente considerada, sino que la auténtica comprensión histórica consiste en asumir nuestra propia historia, y, por lo tanto, lo que Marx tiene que decir de la «sociedad antigua» o de la «asiática» o de la «feudal» está dentro de su análisis de la sociedad presente y asume conscientemente el carácter que ese análisis le marca.
Lo que ahora puede quizá ser considerado chocante es que esa ontología de la que hablamos no se encuentra en el campo de la «ideología», sino en el de aquello que se llama la «base económica». Cualquier marxista de manual esperaría, que, si se trata de la ontología de la sociedad moderna, eso aparezca como un elemento de lo que comúnmente se llama «superestructura». Si el marxista en cuestión es, además, instruido en filosofía, esperará que la ontología sea no sólo un elemento, entre otros, de la «ideología», sino la raíz de toda ella. Pero ni siquiera es simplemente así. La cuestión de en qué consiste ser en el ámbito de la sociedad moderna, coincide, en términos marxistas, con el análisis de la «base económica», con la manifestación de la «ley económica de movimiento de la sociedad moderna». Lo que es en ese ámbito, la «riqueza» de la sociedad moderna, «aparece como una enorme reunión de mercancías, y la mercancía como su forma elemental». La propia definición del ámbito es la ontología, porque el análisis de la mercancía es el principio desencadenante y rector de todo el proceder constructivo por el que se llega a sentar la relación capitalista-obrero y, con ella, todo lo más visible de la estructura de la sociedad capitalista.
Cuando se habla de «las relaciones de producción capitalistas», pretendiendo hacerlo en términos marxistas, no es procedente situarse de entrada en la relación empresario-obrero, y esto no sólo porque esa relación no es definible sin dar por supuestos los conceptos del análisis de la mercancía, sino por mucho más, a saber: porque las categorías económicas (incluida la propia relación empresario-obrero) surgen de aquel análisis. En otras palabras: el libro primero de