50Minutos - Toma el Control Sobre la Ansiedad

El ámbito profesional puede ser exigente y someter al individuo a diversas presiones que pueden volverlo sensible al estrés. Sin embargo, en este punto es vital que sepamos diferenciar entre el estrés, la ansiedad y la angustia.

El estrés se corresponde con manifestaciones físicas/psicológicas que se inician como respuesta a estímulos interpretados como una presión, una obligación o una tensión pasajera. Los síntomas del estrés son muchos y varían según el individuo: vértigo, agitación, ansiedad… El estrés actúa tanto en el físico como en el plano mental y comportamental.

La ansiedad se caracteriza por un trastorno pasajero de las emociones. El individuo siente en mayor o menor grado una sensación de peligro que se manifiesta a través de síntomas físicos precisos como nerviosismo, dolor de cabeza, taquicardia (ritmo cardiaco elevado), dolor abdominal, inseguridad… Está considerada una manifestación normal como reacción a una situación estresante o cuando existe un peligro real. Permite enfrentarse a los acontecimientos y presentar una reacción adaptada. La ansiedad se vuelve patológica cuando se repiten los trastornos por razones difusas, sin causa aparente, o cuando se instalan permanentemente.

La angustia se corresponde con una deriva de las manifestaciones ansiosas; es la fase siguiente de la ansiedad. Así, una persona en estado de ansiedad constante o frecuente corre especialmente el riesgo de sufrir crisis de angustia. Entonces, siente una sensación de muerte inminente y se ve paralizada por el miedo. La sensación de muerte, la aceleración del ritmo cardiaco, los dolores abdominales, la sensación de volverse loco, los temblores o la tetania son algunos de los síntomas que permiten diagnosticar el estado de crisis.

La ansiedad y la angustia, que ya por sí solas son limitadoras, pueden evolucionar hacia distintas patologías más graves: los trastornos de ansiedad generalizada (TAG), las fobias, las crisis de pánico, los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC), etc. Por lo tanto, no te las tomes a la ligera y no dudes en consultar un especialista para ponerte en manos de un profesional lo más rápido posible.

Las exigencias relacionadas con el ámbito laboral actual, el deseo de éxito del empleado, la importancia del modelo de ganador, del individuo «multitarea», capaz de ser muy bueno en todos los frentes, han generado nuevos trastornos, clasificados como riesgos psicosociales. Estos nuevos «imperativos» han provocado que surja en el trabajador actual una ansiedad, llamada de rendimiento, relacionada con el deseo de estar siempre al máximo. Sin embargo, ¿acaso los efectos de la estimulación autoprovocados no terminan por tener incidencias negativas? Se sabe que a fuerza de fijarse objetivos cada vez más elevados, los empleados logran el efecto inverso al que buscan al principio.

En efecto, ser perfeccionista y tener el deseo de realizar un trabajo de una forma correcta pueden ser cualidades estimulantes. No obstante, cuando el empleado se pone demasiada presión con respecto a los resultados —a la que hay que añadir la presión jerárquica—, puede meterse en problemas desde un punto de vista profesional. La amplitud de la tarea y la insatisfacción permanente lo conducen a una espiral infernal. Se vuelve ansioso, teme el fracaso o considera que jamás está a la altura. A ello le sigue la desmotivación, la pérdida de recursos y de capacidades e, incluso, el síndrome de desgaste profesional. Esta enfermedad reciente se corresponde con un agotamiento profesional completo: el empleado se ve sobrepasado física y psicológicamente y ya no logra enfrentarse a ello. Por esa razón, es preferible poner el trabajo en su sitio: llevar a cabo nuestras tareas de una forma correcta es más que suficiente. Te recomendamos encarecidamente que limites el perfeccionismo exagerado o los objetivos fuera de tu alcance.

Los trastornos relacionados con la ansiedad y con la angustia no tienen un origen determinado. En efecto, estos miedos irracionales nacen generalmente durante fases de desarrollo del niño o aparecen tras una experiencia traumática vivida durante este periodo, durante la adolescencia o durante la edad adulta.

Por lo tanto, los trastornos de ansiedad o las crisis de angustia pueden ocurrir por múltiples factores. Se les atribuyen causas ambientales, médicas o incluso psicológicas.

Crecer en un contexto que no ofrece seguridad, con unos padres que a su vez son ansiosos o que maltratan, pueden contribuir a que se dé pie al desarrollo de trastornos de ansiedad en el individuo. En efecto, un niño que sufre humillaciones cotidianas o violencia psicológica repetida con el objetivo de desvalorizarlo desarrollará trastornos de la autoestima. También puede desarrollar en paralelo una tendencia a preocuparse de forma exagerada ante situaciones que en realidad son insignificantes. Pero la ansiedad también la pueden transmitir padres sobreprotectores que ven peligros por todas partes y transmiten sus temores a su hijo. Cuando este último llega a la edad adulta, puede ser más propenso a sufrir una ansiedad generalizada o a desarrollar trastornos de la ansiedad o fóbicos.