INTRODUCCIÓN
Un cuerpo en forma es un cuerpo feliz. Dedicar tiempo a hacer ejercicio físico es invertir en nosotros mismos, en nuestro bienestar y en nuestro futuro. Sabemos lo difícil que es compaginar las tareas diarias con el gimnasio…, ¡pero hay muchas maneras de movernos! Existen actividades para todos los gustos y condiciones: intensas o suaves, clásicas o nuevas, de Oriente o de Occidente, de interior o al aire libre… No importa lo que hagamos, ¡lo importante es movernos!
El deporte nos hace más fuertes y nos ayuda a plantar cara al cansancio, al estrés, a las enfermedades y al paso del tiempo. El deporte beneficia todas las partes del cuerpo, incluida la mente, nos ayuda a mejorar nuestro aspecto, a dormir bien, a mantener la línea, a aumentar la confianza en nosotros mismos… A vivir mejor, en definitiva.
Tener buenos genes es cuestión de suerte, pero ganarnos la salud a base de esfuerzo y constancia es un verdadero triunfo. Y aunque nada puede garantizar que viviremos cien años, lo cierto es que muchas de las personas que llegan a los cien años ¡han hecho mucho ejercicio en su vida!
El movimiento se demuestra… ¡moviéndose!
Hay muchas razones para empezar a practicar deporte hoy mismo, pero cada uno debe encontrar la suya. Si te falta motivación, busca tu propia meta. No hagas ejercicio porque todo el mundo lo hace o porque está bien. Piensa en por qué quieres hacerlo tú: porque quieres lucir un cuerpo bonito. Porque quieres ver a tu nieto cuando cumpla veinte años. Porque te gustan los retos… Todas las metas son válidas. Cuando tengas la tuya, simplemente, ve a por ella.
Este libro no pretende ser un manual de educación física. Más bien pretende acercarte, de forma amena, a algunas de las actividades físicas más útiles, asequibles y populares que existen, cuyos beneficios están más que demostrados. Desde el Pilates, el taichi o el yoga hasta actividades de alta intensidad como el running o el bodycombat, pasando por un deporte que se baila —la zumba—, en cada capítulo aprenderemos algo más sobre el ejercicio físico y la manera en que este influye en nuestro bienestar.
Esperamos que este libro te ayude y que te animes a entrenar si aún no lo haces.
Escucha a tu cuerpo y muévete. Porque estamos seguros de que es así como se logra un mayor bienestar.
Cuídate y disfruta.
01
APRENDIENDO A RESPIRAR
DONDE TODO EMPIEZA
A pleno pulmón
La mayoría de nosotros respiramos lo mínimo y necesario para subsistir, y de esta manera desaprovechamos parte de nuestra capacidad pulmonar y obligamos a nuestro corazón a trabajar más de la cuenta. Este mal hábito, aprendido durante la infancia, nos acompañará toda la vida a menos que hagamos algo para cambiarlo. Por ello,reaprendera respirar, practicando los distintos tipos de respiración y dominando los músculos que intervienen en ella, es el primer paso hacia un mayor bienestar. Porque respirar es lo primero.
«LA RESPIRACIÓN ES ESA NAVE FRÁGIL QUE NOS CONDUCE DEL NACIMIENTO A LA MUERTE». FREDERICK LEBOYER (1918), OBSTETRA E INVESTIGADOR FRANCÉS.
Tan fácil como respirar
Nuestro cuerpo se alimenta de oxígeno: lo necesitan todos los órganos, los músculos, las glándulas, el sistema nervioso. Al respirar, suministramos aire a los pulmones y estos se encargan de filtrar el oxígeno y traspasarlo a la sangre. Luego, expulsamos el aire que no nos sirve cargado de dióxido de carbono. Esta doble acción es instintiva y automática, y dependemos tanto de ella que tres minutos sin respirar casi son suficientes para matarnos.
Respirar es lo primero que hacemos al nacer y lo último que hacemos antes de morir: merece la pena prestarle atención.
La mala respiración
Detrás de muchos casos de fatiga, falta de concentración, dolor de cabeza o sensación de desánimo está la mala respiración. A menudo, se debe al estrés, que nos impide respirar correctamente, y en otros casos son las malas posturas las que no nos dejan respirar como es debido. La nariz tapada es otro clásico: si bien es normal resfriarnos de vez en cuando, respirar siempre por la boca porque la nariz está taponada es un problema que se debe resolver. Incluso si se padece sinusitis u otra dolencia respiratoria, también se puede mejorar la capacidad pulmonar.
Las consecuencias de respirar mal no son pocas, y merece la pena tenerlas en cuenta:
• Disminuye la capacidad pulmonar: al no llenar totalmente los pulmones, estos suministran menos oxígeno al organismo.
• El sistema circulatorio se resiente. Debido a que dispone de menos aire, el cuerpo reduce su ritmo de trabajo o bien dobla los esfuerzos para obtener más aire: en el primer caso, baja el rendimiento, en el segundo, el corazón se cansa más.
• El cerebro, el órgano que más oxígeno consume, reacciona con cefaleas, somnolencia, sensación de desánimo, etc.
• Las digestiones cuestan más y se tiene sensación de pesadez.
• Se acentúa el envejecimiento prematuro: la regeneración celular se ralentiza por falta de oxígeno y las toxinas se acumulan.
¡Dame un respiro!
Pese a que respiramos de forma automática, la respiración es algo que se puede entrenar y mejorar: los músculos que intervienen en esta (diafragma, intercostales internos, abdominales, escalenos, pectorales y trapecios) se pueden fortalecer y, de este modo, aumentar la capacidad pulmonar.
Una respiración eficiente implica inspirar la cantidad de aire adecuada para la acción que estamos realizando sin agotarnos ni marearnos. A veces será suficiente inspirar lenta pero profundamente. Otras, las inspiraciones más cortas y seguidas funcionarán mejor, especialmente si estamos realizando ejercicio. En cualquier caso, debemos ser conscientes de la forma en que lo hacemos.
En términos generales, diferenciamos tres tipos de respiración: la respiración abdominal (también llamada diafragmática o baja), la respiración media (también conocida como costal) y la clavicular o alta. Veámoslas.
• La respiración abdominal es la que emplea el diafragma para llenar la parte inferior de los pulmones, y permite llenarlos completamente. Es el tipo de respiración más eficiente en términos de capacidad pulmonar.
• La