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Traducción: Danaé G. Sánchez Rivera y Salvador Eguiarte D.G.
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¿ C uántas veces ha escuchado o sentido: “¡Usted ha sido aprobado!”? Quizá lo escuchó cuando estaba solicitando un empleo o tratando de comprar una casa, o lo sintió cuando acordó casarse con el amor de su vida.
Con frecuencia, no sentimos ni escuchamos que somos aprobados lo suficiente como para que nos lleve a creerlo. Como no hemos aprendido a descansar en el hecho de que Dios nos aprueba todo el tiempo, muchos de nosotros vamos por la vida sintiéndonos “equivocados”, inseguros o rechazados de alguna manera. No siempre nos amamos a nosotros mismos ni sentimos que los demás realmente nos amen, acepten o aprueben.
La manera en que pensamos de nosotros mismos y las maneras en que otras personas nos tratan nos lleva a perder la confianza en nosotros mismos y a desarrollar una baja autoestima.
Esto nos deja sintiéndonos vacíos y hambrientos por dentro, y buscamos satisfacernos a nosotros mismos haciendo cosas que van a hacer que les agrademos a los demás, que nos afirmen y que nos aprueben. Terminamos con lo que yo llamo “adicción a la aprobación”. Creo que la adicción a la aprobación corre desenfrenada en nuestra sociedad, el día de hoy. No se encuentra limitada a un cierto grupo etario, género u esfera socioeconómica. ¡Puede sucederle a cualquiera! Cuando ocurre, las personas se pueden sentir inseguras o rechazadas y pueden perder su sentido de identidad único dado por Dios, porque renuncian a su verdadera personalidad o no desarrollan sus dones en un esfuerzo por hacer y ser lo que los demás creen que ellos deben hacer y ser.
Conozco de primera mano cuán negativamente el deseo de ser aprobado puede afectar la vida de las personas, porque lo he experimentado. Cualquiera que haya sido lastimado fuertemente a través del maltrato o del rechazo severo, como yo, a menudo busca la aprobación de los demás para vencer sentimientos de rechazo y baja autoestima.
Sufren a causa de esos sentimientos y utilizan su adicción a la aprobación para tratar de aliviar el dolor. Se sienten miserables y si alguien al parecer no los aprueba en cualquier manera y por cualquier razón, permanecen ansiosos a causa de la desaprobación hasta que se vuelven a sentir aceptados nuevamente. Pueden hacer casi cualquier cosa para ganarse la aprobación que sienten haber perdido; incluso cosas que su conciencia les dice que están mal. Por ejemplo, si una persona no se siente aprobada cuando declina una invitación, podría cambiar sus planes y aceptar la invitación simplemente para obtener aprobación.
Cede por causa de sentirse aprobada.
Lamentablemente, la gente hace cosas como esta a menudo; es la única manera en que conocen que pueden alimentar su necesidad de aprobación y evitar sentirse rechazados.
Las buenas noticias son que nadie tiene que seguir tratando de encontrar valía, validación o valor en la aprobación de otras personas. Nadie tiene que seguir sufriendo de inseguridad o rechazo.
Nadie tiene que esforzarse por agradar a otros al mismo tiempo de sentirse miserable al hacerlo. ¡Esta es una cura a la adicción a la aprobación! La Palabra de Dios dice que podemos estar seguros a través de Jesucristo (vea Efesios 3:17). Esto significa que somos libres de ser nosotros mismos y volvernos todo lo que podemos ser en Él.
Si ha descubierto que es adicto a la aprobación, y pasa demasiado tiempo y energía tratando de hacer que la gente lo acepte, creo que este libro puede cambiar su vida en las maneras más positivas. El cambio mayor quizá no suceda de inmediato, pero las páginas siguientes incluyen muchos principios probados que han ayudado a miles de personas, incluyendo a mí misma, a liberarse de la adicción a la aprobación.
También incluyen varias historias con las que creo que se identificará y de las que puede aprender lecciones valiosas para su vida. Soy una prueba viviente de que una vida llena de inseguridad, rechazo, temor y dolor puede ser transformada en una vida de confianza, aceptación, amor, paz, gozo y fuerza. ¿Le parece bien? Entonces, ¡comencemos!
C arol era una joven madre miserable y frustrada. Constantemente se comparaba con otras personas que conocía y se esforzaba por ser como ellas. Quería ser la cocinera que había sido su madre, la madre que sus amigas eran y la esposa que su marido exageradamente exigente esperaba que fuera. Era una mamá “que se quedaba en casa” con tres niños pequeños y tenía las manos llenas, pero a menudo sentía que podía también trabajar en un empleo a tiempo completo para ayudar con las finanzas de la familia. Nunca estaba relajada, ni disfrutaba sintiéndose confiada.
Trataba tan duro de ganarse la aprobación de todos que estaba agotada mental, emocional y físicamente la mayor parte del tiempo. Temía el rechazo de la gente que amaba y vivía su vida cada día tratando de mantenerlos felices más que de seguir a Dios y su propio corazón. Se sentía aprisionada por sus temores y estaba en una trampa de la que no sabía como escapar. Carol también estaba comenzando a sentirse amargada porque sentía que las exigencias de los demás le estaban robando su vida, pero realmente lo que le estaba robando la vida era su falta de disposición a confiar en Dios y ser lo suficientemente valerosa para ser la persona que Él quería que fuera.