Notas
[1] El rey decía de su barba: Si es gris «es porque el viento de mis enemigos ha soplado por encima».
[2] Según algunos historiadores, esta frase no habría sido nunca pronunciada por Enrique IV, pero resume perfectamente el pensamiento del rey de Navarra en este momento.
[3] En 1603, el Edicto de Rouen, había permitido la vuelta de los jesuitas, des¬terrados después de la tentativa de asesinato de Jean Chastel.
Enrique IV les entregó un colegio real en La Flèche (que recibirá más tarde su corazón), colegios en Dijon y en Lyon, y se mostró como asiduo de los ser¬mones del padre Cotton, que se convirtió en su confesor en 1607. Como el padre le hubiera reprochado al rey el que no hacía más que jurar por Dios, Enrique IV no juraba a partir de entonces más que por «Jamicotton».
[4] El veintisiete de diciembre de 1594, el rey volvía de Picardía y se dirigió a la casa de Gabriela de Estreés, acompañado del príncipe de Conti, del conde de Soissons y de varios cortesanos. Chastel se mezcló con el grupo, y brusca¬mente levantó su cuchillo contra la garganta del rey. Este atentado sólo tuvo como consecuencia un diente partido. Chastel fue descuartizado como más tarde lo será igualmente Ravaillac.
[5] Aunque el pueblo no fuera consciente de ello, Enrique IV y Sully comen¬zaron un gran progreso económico. «El cadáver de Francia» como la llamaba Etienne Pasquier, después de las guerras de religión, comenzó a revivir en el campo, gracias al proteccionismo agrario de Sully, a los impulsos que se le dieron a la producción, y a la repoblación rural. Enrique IV creó una industria nacional protegida.
También logró restablecer la confianza de la gente en el dinero, reprimir la usura, etc....
[6] Apenas un año después de su subida al trono, el rey tenía la costumbre de decir: «Cada día se me previene contra nuevos atentados. Desde que estoy aquí no oigo hablar de otra cosa.»
(Pierre de l´Estoile, Diario, dos de enero de 1595).
[7] «Un cierto número de grandes señores que echaban de menos el tiempo de las cruzadas, conspiraba contra el rey, a menudo de acuerdo con el extranjero. El mariscal de Biron fue el principal organizador de los complots. También fue la víctima principal.» (Sully, Economías reales.)
[8] «La misma reina le juzgó traidor desde el momento en que le vio.» Pierre de l’Estoile.
[9] En el cuno del proceso, el conde de Auvergne había echado toda la culpa del complot sobre su hermana.
[10] Ravaillac era de Angulema. ¿Sé encontraron allí los dos hombres?
[11] Este doble casamiento se efectuará naturalmente cuando María de Médicis sea la única dueña del poder.
[12] Saint-Simon nos dice: «Se ha pretendido que María de Médicis, furiosa¬mente celosa, e impulsada por esa unión doméstica por la que suspiraba des¬pués de la regencia, se dejó arrastrar a una unión con la cruel amante, tamo más cuanto que una y otra eran proespañolas, y estaban manejadas por España, y la víctima de esta alianza fue Enrique IV.*
[13] Esos dos elementos entran en la tesis de Felipe Erlanger (en Ld Extrañe Muerte de Enrique IV) pero según algunos otros cronistas, Ravaillac no habría dado más que dos cuchilladas. Y la segunda había cortado la aorta.
[14] El reino de Nápoles era posesión española.
[15] Esta afirmación es bastante dudosa. Lo más probable es que la servidora de Enriqueta, Jacqueline d’Escoman no haya visto nunca al asesino del rey.
[16] La estampa flamenca llamada Ravaillac y su cuchillo.
[17] La miscan mortuoria de Enrique, amoldada sobre su cadáver en Saint-Denis, el doce de octubre de 1793, es conservada hoy en la biblioteca de Saint-Geneviive.
[18] Los guardias no han registrado muy bien, porque Ravaillac confesó durante «u proceso que ya ese día llevaba un cuchillo pequeño, pero que «para que no se le descubriera, lo había puesto sujeto a lo largo de su pierna».
[19] Luisa Budos había muerto estrangulada. Se hacía responsable al diablo de este crimen.
[20] El rey ya había dado maridos impotentes a Gabriela d’Estreés y a Jac— quelíne du Bueil.
[21] El príncipe de Condé, nacido en 1588, era sobrino del rey. Sin embargo, se contaba que su madre, Carlota de Becastel, que pasaba con relativa facilidad de una cama a otra, lo había tenido de un paje, durante un viaje de su marido, al que luego habría hecho envenenar. Pero algunos decían que el verdadero padre no era otro que el propio Enrique IV. De hecho, el rey dejó de perseguir a Carlota e hizo quemar todas las cartas que podían ser comprometedoras.
[22] Bélgica estaba entonces bajo la dominación española.
[23] Hasta el final de su vida, el rey que se sentía impulsado en sus empresas por las cartas que le enviaba la hermosa niña, intentó quitarle Carlota a Condé. Después de haber fracasado en sus intentos de hacer arrestar al príncipe, decidió hacer raptar a la princesa. Pero Condé fue avisado a tiempo, al parecer por me¬diación de María de Médicis. La consagración de la reina, fue una buena ocasión para el rey para intentar una nueva acción:
«Intervenid acerca del archiduque para que autorice a la princesa de Condé a salir de Bélgica» escribe un día a María de Médicis. Pero como la reina seguía siendo intratable, añadió con un entusiasmo digno de un adolescente: «Embelle¬cería la corona.»
Entonces, María de Médicis, encolerizada, le respondió: «¿Me tomáis por una cualquiera?»
A la muerte del rey, Carlota, después de haber vertido unas lágrimas, olvidó completamente a ese loco de Enrique IV. Tuvo un hijo que un día llegaría a ser el vencedor de Rocroy, y al que se daría el sobrenombre del Gran Condé.
[24] Si el rey hubiera llevado un abrigo, los golpes quizá no hubieran sido mor¬tales. Si las cortinas de la carroza hubieran estado echadas, el atentado habría sido imposible.
[25] Esta falta de precisión es curiosa. El rey actúa como si quisiera escapar de una persecución. Para algunos su intención era ir al Arsenal, a la casa de Sully. Para otros, el rey, preocupado de guardar su reputación de Don Juan, hasta en loa momentos menos felices, se dirigía a casa de la señorita Paulet, una hermosa mujer que quería dar como amante a Vendóme, que comenzaba a tener «deplora¬bles gustos italianos».
[26] Un antiguo navío inglés capturado tiempo atrás por la marina francesa. Habrá dos Swiftsure en la batalla, un inglés y un francés.
[27] En la flota combinada figuran el Argonauta, navio español, y el Argoneute, francés.
[28] Hay un Neptune inglés, un Neptune francés y un Neptuno español.
El Duguay-Trouin, incorporado a la flota inglesa y transformado en ba¬que depósito en Plymouth, será sumergido solemnemente, bajo los colores de las dos naciones, después de la Segunda Guerra mundial.
[29] Esta doctrina que data de 1823, debía preservar absolutamente al conti¬nente americano, contra toda nueva tentativa de colonización europea.
Varios Autores
LOS GRANDES ENIGMAS HISTÓRICOS DE ANTAÑO
¿Quién armó el brazo de Ravaillac?
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El desastre de Trafalgar
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El sacrificio de Camarón
Con la colaboración de:
Jean Claude Kerbourc’b
Michel Honorin
INTRODUCCION
Un muchachote rojizo, con un cuchillo en la mano, se precipita sobre la carroza real. Asesta con brutalidad varios golpes. Un hombre grita: «¡Ay! ¡Estoy herido!» A los pocos instantes, Enrique IV, al que se llamaba el buen rey Henri, dará su último suspiro.
Estamos en 1610, a catorce de mayo. Ravaillac, el asesino, será pronto detenido, juzgado, condenado a muerte y ejecutado. Afirmará haber actuado solo; sin embargo, algunos se empeñarán en ver en este atentado la obra de un gran complot. ¿Se puede hablar de maquinación? ¿Ha habido alguien que ha armado el brazo de Ravaillac, después de haber asediado al asesino?